No es que necesitáramos muchas pruebas para atestiguar lo que sabíamos sobre Vladímir Putin. A sus megalómanos y enfermizos delirios de grandeza, como si fuera un nuevo Zar, Putin I el Genocida, se suman ahora las evidencias de sus prácticas criminales en Ucrania. En medio de pucherazos con pátina de referéndums, el criminal Putin intenta legitimar la anexión de las zonas invadidas y aún bajo su control.  Después de siete meses de guerra, la contraofensiva ucraniana iniciada a principios de este mes de septiembre ha dejado al descubierto imágenes sólo comparable con el horror de la Segunda Guerra Mundial.  A las afueras de Izium, una localidad de la región de Jarkov, al este del país, los equipos forenses de Ucrania siguen exhumando los cuerpos de las fosas comunes halladas. Ya son más de 400 cadáveres localizados en esta semana en esa pequeña ubicación, algunos de ellos son familias completas con niños y bebés incluidos. Muchos de ellos murieron a causa de los bombardeos, aunque todo apunta a que la mayoría fueron asesinados por las tropas del Ejército ruso: muestran signos de violencia y tortura. Algunos cuerpos presentan heridas de arma blanca y otros se encuentran maniatados a la espalda, unas imágenes que recuerdan a las captadas en la masacre de Bucha, hace unos meses, donde cientos de cuerpos fueron encontrados sin vida por la ciudad. No obstante, aquí aún no se puede poner una cifra exacta de fallecidos. Volodimir Zelenski asegura que “es prematuro avanzar cifras sobre las personas que han sido enterradas ahí” y explica que las investigaciones “aún están en marcha”. Ahora, después recuperar Izium tras siete meses de control ruso, desde casi el inicio de la invasión, la Policía y los equipos forenses están trabajando para lograr sacar todos los cuerpos de las fosas e intentar identificarlos a pesar del estado de algunos de los cadáveres. Asimismo, se está intentando hablar con las personas supervivientes que permanecieron durante estos siete meses en la ciudad conviviendo con las tropas rusas para poder esclarecer todo lo ocurrido. Los testimonios hablan de detenciones arbitrarias, torturas, y, por supuesto, de abuso y violación de mujeres como arma de intimidación y de guerra.  Las imágenes que llegan ahora muestran a una ciudad desolada, prácticamente en ruinas donde no hay calefacción, ni gas, ni agua coriente. La población que, según el criminal Putin, pretendía “desnazificar y liberar”, ha sido torturada, asesinada y desprovista de todo: “No tenemos nada. Llevamos leña para calentar agua para el té y para hacer algo de comer”, explica una vecina de 75 años que ha sobrevivido a los ataques rusos.

Estos siete meses de invasión injustificada de Ucrania por parte de la Rusia de Putin ya evidencian el fracaso de las pretensiones imperialista del demente dictador ruso, por más que su apariencia en el ascenso al poder sea de presunta legalidad. El conflicto que él inició se eterniza, la opinión pública ya en su país está fuera del férreo control dictatorial de sus manipulaciones informativas con el resultado de deserciones, incluso de mandos de sus fuerzas armadas, contestación en las calles, a pesar de las altas penas impuestas a los que se manifiestan, huida masiva de ciudadanos fuera del país, y una obligatoriedad de enrolamiento en el ejército que demuestra que ni siquiera sus militares están ya a favor de mantener la invasión. El desplome de la economía rusa está en caída libre, a pesar del daño que está causando en la economía internacional, y sus propios partidarios ya lo contemplan más como un problema que como un líder incuestionable. Amenazas atómicas y nucleares no son más que la peligrosa argumentación de un loco acorralado, con delirios de grandeza, que incluso está recurriendo a sacar a criminales de la cárcel con la promesa de conmutar sus penas, a cambio de que vayan a luchar en Ucrania. Es difícil dilucidar hasta donde puede llegar un psicópata sanguinario con poder atómico como Putin. Lo que está claro es que ya, hoy, está en la lista de los criminales genocidas de la historia que, con el pretexto de sueños imperiales, causaron tanto dolor, destrucción y muerte como las plagas bíblicas descritas en el Apocalipsis. Por mucho que se quiera mostrar como salvador, Putin está ya al nivel de Hitler en la negra nómina de nombres desgraciados de nuestras crónicas.