Cuando incluso en Estados Unidos se reconoce tu firmeza, coherencia y capacidad de liderazgo, es que algo estás haciendo bien. The Washington Post lo deja claro en uno de sus últimos artículos: Pedro Sánchez ha sabido plantar cara a Donald Trump y su agenda belicista sin traicionar ni los intereses de España ni a los valores de la socialdemocracia europea. No es un matiz menor: mientras muchos en Europa han claudicado sin pestañear ante las exigencias del expresidente republicano, Sánchez ha hecho lo que se espera de un estadista serio y valiente. Decir no a un chantaje. Decir sí a la dignidad, al Estado del Bienestar y a la responsabilidad fiscal.

No se trata de una anécdota aislada. La postura de España tras la última cumbre de la OTAN ha generado un eco internacional notable. The Washington Post, Politico y Financial Times coinciden: España ha logrado esquivar el intento de Trump de imponer un gasto desorbitado del 5% del PIB en Defensa. Una cifra absolutamente irracional que solo responde a los intereses de la industria armamentística estadounidense y a la obsesión del trumpismo por someter a Europa a sus designios. Y España lo ha hecho sin romper con la OTAN, sin discursos incendiarios ni salidas teatrales. Con firmeza, sensatez y convicción democrática.

Pero lo más relevante no es que Pedro Sánchez haya dicho que no. Lo trascendental es que ha marcado el camino. Primero fue España. Luego se sumaron Bélgica y Eslovaquia. Ahora también Eslovenia. Gobiernos de distintas ideologías, pero con algo en común: la conciencia de que gastar un 5% del PIB en armas -más de 300.000 millones hasta 2035 en el caso español- es incompatible con una sanidad pública de calidad, una educación inclusiva, pensiones dignas o políticas de vivienda eficaces.

España se ha convertido en símbolo de la resistencia democrática frente a la deriva militarista que Trump quiere imponer. En el Parlamento Federal de Bélgica se cita a Pedro Sánchez como ejemplo de liderazgo responsable. En el Senado italiano, la secretaria general del Partido Democrático ha defendido con la postura del presidente español frente a la sumisión de Meloni. Porque esto no va solo de gasto militar, va del modelo de Europa que queremos construir: una Europa de cañones o una Europa de derechos.

Y Sánchez no ha actuado en solitario. Ha escuchado a la ciudadanía. Según la última encuesta de 40dB para El País y Cadena SER, un 42,1% de los españoles apoya la decisión de no destinar el 5% del PIB a gasto militar. El rechazo se concentra únicamente entre votantes del PP y Vox. El mensaje es claro: la mayoría social de este país prefiere inversión en sanidad, educación, vivienda y ciencia antes que obedecer amenazas exteriores o alimentar una carrera armamentística sin sentido.

Esta realidad desmonta el relato que el PP y Vox han intentado imponer. Un relato basado en falsedades, bulos y complejo de inferioridad. Mientras el presidente del Gobierno defendía con seriedad los intereses de España en Bruselas, ¿qué hacían Feijóo y Abascal? Mentir, atacar y tergiversar. Como siempre.

Feijóo llegó a calificar la postura del Gobierno como “una cortina de humo”, para “tapar su inacción”. Poco después, los principales medios internacionales informaban que España había logrado introducir una cláusula de flexibilidad para no comprometerse con ese 5%. The Financial Times hablaba de “una excepción negociada”; Politico destacaba que el acuerdo “permite a España adaptar su nivel de gasto si cumple los objetivos de capacidad”. ¿Y qué hizo Feijóo? Callar. No rectificó, no pidió perdón, no reconoció su error. Porque no le importa decir la verdad. Solo le importa dañar al Gobierno, aunque eso debilite la posición internacional de España.

Abascal, por su parte, fue más lejos. Su sumisión ideológica a Trump es absoluta. Para él, cualquier cosa que diga el expresidente estadounidense es palabra sagrada. Llamarle “el líder del mundo libre” no es solo una exageración ridícula, es una declaración de intenciones. Si por Vox fuera, España no solo gastaría el 5% en Defensa, lo haría aunque hubiera que cerrar hospitales, congelar pensiones o eliminar becas. Porque para ellos, el modelo ideal no es la Europa del bienestar, sino la América de los privilegios, las armas y la desigualdad.

Y mientras la derecha difama y la ultraderecha obedece, Pedro Sánchez lidera. Lo hace desde la responsabilidad, no desde la arrogancia. Desde la convicción democrática, no desde el miedo. Sabe que un país digno no se construye agachando la cabeza, sino defendiendo los intereses de su gente, incluso frente al inquilino de la Casa Blanca.

Porque hay una pregunta calve que nadie de la derecha ha querido responder: ¿De dónde saldría el dinero para pasar del 2% al 5% del PIB en gasto militar? ¿Recortarían en educación? ¿Congelarían pensiones? ¿Cerrarían centros de salud? ¿Reducirían las ayudas a jóvenes o a la dependencia? Ellos no lo dicen. Solo repiten que “sin seguridad no hay libertad”. Pero la verdadera seguridad empieza en la escuela, en el hospital, en la nómina del trabajador, en la pensión de nuestros mayores.

Pedro Sánchez es claro: cumplir con los compromisos internacionales, sí. Pero no renunciar a los compromisos sociales. Apostar por la defensa común, sí. Pero sin poner en riesgo la cohesión interna. Participar en la OTAN, sí. Pero sin aceptar que Trump imponga su agenda de cañones y recortes.

España es, a día de hoy, uno de los países que más contribuye a la OTAN en términos de tropas desplegadas. Tenemos más de 3.000 efectivos en el flanco oriental, comprometidos con la paz y la estabilidad. Pero no vamos a renunciar a nuestro modelo social por una amenaza disfrazada de exigencia. No vamos a cambiar bienestar por obediencia.

Frente al seguidismo, firmeza. Frente a la mentira, hechos. Frente a Trump, Sánchez. Esta es la disyuntiva que hoy tiene Europa. Y esta será también la que se plantee en España, ¿queremos un presidente que defienda con dignidad a su país o uno que aplauda sin rechistar todo lo que dicten desde Washington? ¿Queremos construir un futuro de derechos o hipotecarlo en nombre de la militarización?

Pedro Sánchez ha tomado partido. Y cada vez más países se suman a esa visión sensata, valiente y profundamente democrática. Lo reconocen los medios internacionales. Lo apoya la mayoría social. Y aunque la derecha siga negándolo, los hechos son claros: España lidera, Europa escucha y hasta Estados Unidos lo reconoce.

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