Existe un mecanismo psicológico, la proyección, que consiste en ver en el otro lo que uno se niega a ver  en sí mismo. Es una herramienta común de algunas personas a las que resulta más fácil, y sobre todo más rentable intelectual, emocional y a veces políticamente, atribuir al otro las culpas propias, evadiéndose así de la responsabilidad de sus actos y, supongo, del peso de su conciencia, en el caso de tenerla. Dicho en términos coloquiales,  “se cree el ladrón que son todos de su condición”.

Y hago este pequeño introito porque es la pequeña reflexión que me vino a la mente hace unos pocos días cuando veía un vídeo con la respuesta contundente y airada en el Parlamento del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, al representante del Partido Popular en el Senado, Francisco Martín, quien le acusó de convertir un viaje oficial a Perú en unas vacaciones familiares, por haber llevado con él  a varios miembros de su familia.

Muy indignado, Ábalos reprendió con firmeza a Martín, instándole a informarse mejor antes de verter acusaciones de tal gravedad. Aseguró que llevó a su familia por motivos personales y sólo pasó al Ministerio los gastos de su billete de avión, y que tanto el resto de sus gastos de alojamiento y manutención como todos los gastos de sus familiares, corrieron de su cuenta, algo impensable para muchos personajes del PP, habituados a justamente lo contrario.

Es increíble que alguien del Partido Popular, un partido corrupto desde su propio nacimiento, un partido que instauró en España la estafa neoliberal y ha aumentado hasta el límite la psicopatía política, un partido lleno de imputados, de indecentes, de nepotismo, y de una voracidad difícil de asimilar, que ha funcionado como una verdadera mafia construida para apropiarse del dinero público, se atreva a interpelar a un ministro y acusarle de corrupción por una nimiedad que, además, es mentira. Hay que ser muy cínico, o muy malvado, o tener muy integrado el mecanismo psicológico de proyección para atribuir al otro con tanta arbitrariedad un delito  que ha sido sistemático en su propio partido.

Con tal dosis de desvergüenza y de cisnismo actúan los del Partido Popular y, en general, la derecha en este país. Atacan a su contrincante ideológico atribuyéndole las culpas, los abusos y los desmanes propios. Son los promotores de los másteres y títulos universitarios marca ACME, lo cual, aunque lo tomemos a broma, es algo gravísimo; porque han degradado el ámbito del conocimiento y la excelencia académica que es la Universidad convirtiéndola en una vulgar feria del todo vale, de compra venta y de corruptelas “de todo a cien”. Sin embargo, son capaces de atacar a Pedro Sánchez cuestionando su tesis doctoral, que ha tenido que llegar a hacerla pública para defenderse de esas maléficas acusaciones.

Difunden la falacia, tan extendida entre la población española desinformada y acrítica, de que “todos los políticos son iguales”, a sabiendas de que sus desmanes parecerán menos graves compartiendo la responsabilidad con el contrincante, al que, a su vez, desprestigian con sus propias fechorías. Una jugada perfecta. Y una proyección  bien estudiada que impide la objetividad en la valoración de los adversarios manipulando la conciencia colectiva, por muchas cosas buenas que lleven a cabo. Un ejemplo sería el proceso que ha iniciado la actual alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, para recuperar parte de las miles de viviendas sociales que Botella vendió a fondos buitre para hacer negocio, lo cual, aunque es un acto contundente de justicia y de ayuda al ciudadano, apenas se está valorando.

Mención aparte merecen los argumentos del nuevo adalid de la derecha española y discipulísimo de Aznar, Pablo Casado. Heredero ideológicamente de los que llevaron a cabo el golpe de Estado contra un gobierno legítimo, el de la Segunda República, e iniciaron una dictadura siniestra en la que se estuvo expoliando, coaccionando y matando a muchos miles de españoles durante cuarenta años, se atreve a decir en voz alta que Pedro Sánchez, quien ha llegado a La Moncloa a través del mecanismo legítimo y democrático de la moción de censura, es un golpista. Sería más que oportuno que Casado revisara sus métodos políticos, porque me temo que la difamación y el acoso y derribo ya están muy vistos y cada día cuelan menos, aunque todo apunta a que una de sus grandes consignas es esa que sentenció Maquiavelo cuando dijo que la política es el arte de engañar. En lugar de eso, podría adecentar su partido que, corrompido de tramas “mafiosas” se ha convertido en un esperpento, que diría Valle-Inclán, y no una una formación política que vele por el bien del país y de sus ciudadanos, aunque eso, en realidad, no lo ha sido nunca. Porque, finalmente, como dice el folósofo italiano Lucca Capiotto, la ineptitud de los políticos la pagan los pueblos. Y en España somos expertos en la materia.