Si nada lo impide, cuando estas líneas vean la luz, nuestro futuro para los próximos cuatro años estará decidido. Y quizás hayamos tenido tiempo de reflexionar hacia dónde vamos. Pere hoy traigo una historia para invitar hacia dónde no deberíamos de ir. Bajo ningún pretexto.

Dos profesores alemanes, cuyo puesto de trabajo estaba apenas a 80 kilómetros de Berlín, se percataban con espanto de que el odio y la discriminación campaban por sus fueros en sus aulas y fuera de ellas. Y con ello, y directamente, el nazismo, ya que una de las pintadas más frecuentes era la de la cruz gamada, un símbolo que, si e cualquier sitio debería levantar todas las alarmas, en tierras germanas debería hacerlo especialmente.

Sin embargo, nada de eso. Los profesores, Laura y Timo, se daban cuenta con horror que este tipo de actitud no eran excepción, sino regla. Veían como pupitres, paredes y pizarras se llenaban de mensajes de odio, y cómo el alumnado hacía el saludo nazi en el patio como quine juega al balón. Y nadie parecía alarmarse. Por eso decidieron denunciarlo.

En cuanto se conoció su identidad -en un primer momento, la denuncia era anónima- la reacción no se hizo esperar. Y no fue la que a las personas civilizadas nos hubiera gustado, qué va. Los profesores se vieron sometidos a un insufrible acoso destinado a “darles caza”, como animaban a hacer numerosos mensajes en muros, tanto de redes sociales como físicos. Aunque probablemente lo más preocupante sea la falta de reacción ya que, a pesar de los mensajes de apoyo de otros puntos de Alemania, en el lugar donde esto sucede las autoridades no hicieron nada, absolutamente nada. Y es que la extrema derecha, con una importantísima representación política en la zona, considera aquel territorio como “suyo”.

Pero lo peor de toda esta historia ha sido el final, no precisamente feliz. Los profesores que denunciaron se han visto obligados a dejar su puesto de trabajo y a abandonar un lugar al que, lógicamente, no querrán volver a ningún precio. Algo muy inquietante, y no solo para el futuro de estas dos personas, sino para el futuro de toda una sociedad.

En estos días en que se conmemora el aniversario de la matanza de Utoya, que ha dado lugar a que el 22 de julio sea el día europeo contra los delitos de odio, historias como estas deberían hacernos reaccionar de inmediato. Porque esos niños que pintan esvásticas en sus pupitres podrían ser los gobernantes de mañana.

Susana Gisbert 
Fiscal (twitter @gisb_sus)