A estas alturas, seguro que todo el mundo sabe de quién es la frase. La reacción de la marquesa de Griñón ante la pública infidelidad del que era su prometido se ha hecho viral, tanto como casi todo lo que hace la marquesita desde que un día tuvo la feliz ocurrencia de aceptar ir a un talent show culinario y puso todo su empeño en ganarlo.

Por supuesto, yo estoy con Tamara. Como media España, y mucho más que eso. El hecho de haber sido herida en sus sentimientos provoca la empatía de la gente, pero además su reacción la provoca mucho más. Ante la torpe disculpa del ínclito, que decía que solo fueron unos minutos con otra, nuestra protagonista contestó que ni aunque fuera un nanosegundo en el metaverso estaba dispuesta a perdonar la falta y continuar con la relación. Ni hablar. Y lo dijo con tanta gracia que hasta la Guardia Civil ha tomado esa frase como eslogan de una campaña contra el uso del móvil en la conducción.

La cuestión es que en estos últimos días no ha habido programa, tertulia o revista que no hable de Tamara, que no comente los pormenores de su relación y de su ruptura y que no escarbe en el pasado del ínclito. Y -y ahí está la cosa- no me refiero solo a programas o revistas de corazón sino a cualquier espacio.

Es lo que hay. Pero lo que más impresiona es que, en tiempos de crisis, de guerra y de alguna que otra catástrofe natural, este haya sido, con diferencia, el tema preferido en muchos medios.

Mientras tanto, de otra mujer se habla mucho menos. Una señora apellidada Meloni, que aparecía en redes fotografiándose con dos melones junto a sus pechos en un torpe juego con su apellido, ganaba por goleada las elecciones en nuestra vecina Italia. Una líder que no oculta su admiración por Mussolini y cuyos escarceos del pasado con el nazismo y sus símbolos ponen los pelos como escarpias. ¿Cómo es posible que en un país de nuestro entorno y con una democracia mucho más veterana, haya ganado la ultraderecha?

Por desgracia, no tengo respuesta. Pero si pensamos que vivimos en una sociedad más preocupada por la desgracia de Tamara que a la desgracia de auge de la ultraderecha, tendremos una pista de cómo son las cosas

Por mi parte, no quiero ni pensar en refrán que no deja de acudir a mi cabeza. Cuando las barbas de tu vecino veas cortar…

Lástima que a esto tampoco le hayamos dedicado, como Tamara, ni un nanosegundo en el metaverso.