Me refiero a la conversión del Banco Central Europeo en un verdadero banco central europeo, o sea en garante último de la banca de la eurozona y comprador ilimitado de las emisiones de bonos soberanos de los miembros del euroclub. Algo parecido a como actúa la Reserva Federal en Estados Unidos y el Banco de Inglaterra en el Reino Unido.

El acuerdo está adoptado oficialmente y es por tanto obligatorio pero su entrada en vigor, prevista para enero, queda aplazada sine die, una forma diplomática de anular una decisión histórica, demasiado buena para ser verdad.

Es evidente que si Ángela Merkel quiere cargarse el euro se lo carga. La buena noticia es que la canciller de hierro no quiere cargárselo aunque si vigilarlo estrechamente.

La mala noticia es que se resiste a que la Unión Europea llegue demasiado lejos. Lo ha dicho en términos y tono aparentemente positivos, diplomáticamente, al sostener la necesidad de “más Europa <span style="text-decoration: underline;">en lo que sea necesario</span>”.

De paso se ha permitido dar unas collejas al gobierno español poniéndolo como mal ejemplo y a la Comisión Europea responsable de los “stress test” que no fueron capaces de detectar la verdadera situación de los bancos hispanos.

Ignora sin embargo que tampoco lo fueron de las deficiencias de las entidades alemanas que no resistirían una inspección rigurosa.

Ángela Merkel que se enfrentará a unas elecciones generales el año que viene se ha ganado el respeto de la opinión pública alemana que clama por poner freno a “la fiesta latina”.

Merkel, como buena líder que es, no se ha limitado a recitar mecánicamente el clamor de amplios sectores de la población y está actuando con templanza.

Su posición es la de dar el gusto a quienes se quejan de que las autopistas, las autobahn, antaño envidia mundial y especialmente hispana, se han convertido en barricadas de socavones al tiempo que contemplan, en sus vacaciones en España, flamantes autopistas vacías, viaductos airosos, y como se entierra el dinero en un ave que nunca será rentable como el de Galicia.

En realidad será un chorro de pérdidas aunque Mariano Rajoy encuentre rentabilidad en las elecciones gallegas.

Ángela Merkel ha decidido castigar a los que estima que han vivido del cuento a costa del honrado sudor alemán pero sin llegar al extremo de romper el euro lo que también perjudicaría a los alemanes que venden sus Mercedes a los miembros del club.

Es un delicado equilibrio en el que cuenta de forma decisiva la posición del presidente del Bundesbank, (el mítico “Buba”), Jens Weidmann, que se resiste a la ampliación de funciones del Banco Central Europeo. Un personaje que es ahora más popular que la canciller y pudiera disputarla el liderazgo.

Hay un dicho que refleja la situación: “ En Alemania unos creen en la Iglesia Católica, otros en la luterana y otros no creen en ninguna religión pero todos creen en el Bundesbank”.

Mientras no arranque el nuevo BCE las empresas españolas están secas. Han aprovechado unos días en los que escampó tras anunciarse el feliz acontecimiento para lanzar bonos a un interés asumible pero ahora cuando el proyecto se atasca y la prima de riesgo escala nuevas alturas han vuelto a la desolación. A la pertinaz sequía.

<em>José García Abad es periodista y analista político</em>