En una reciente entrevista, un famosísimo y laureadísimo tenista español, preguntado sobre feminismo e igualdad, nos traía a colación un no famosísimo lugar común. ¿Cómo no voy a ser feminista, si tengo madre y hermana?

La respuesta es prima hermana de la que tienen muchos homófobos que afirman no serlo porque tienen un amigo homosexual e igual de absurda, además de carada de prejuicios. Y, si alguien lo duda, que piense que ocurriría si llevamos hasta las últimas consecuencias el discurso del famoso tenista. ¿Quiso decir que si no tuviera madre o hermana no sería feminista? Porque, partiendo de la base de la que se partía en la entrevista, que el feminismo es la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres, eso significaría que, de no existir esas mujeres en su vida, el feminismo se la traería al pairo. Y la igualdad, por tanto, también.

Evidentemente, esa conclusión puede parecer una estupidez, pero no hace sino demostrar la propia estupidez del argumento. Si se busca la igualdad es porque es mejor para todo el mundo, no porque lo sea para tu hermana, tu hija, o tu madre. Porque, obviamente, si solo es para ellas, no es igualdad.

Quería hacer estas reflexiones ahora que, con el 8 de marzo aquí, todo el mundo parece interesado en una igualdad que el resto del año les trae si cuidado. Y las quería hacer porque muchas personas caen en el mismo error que el tenista, confundir la igualdad con la defensa de las mujeres. Y no es lo mismo.

Aunque pueda parecer contradictorio, uno de los más arraigados postulados del machismo es la defensa de las mujeres. Nos consideran seres inferiores -de ahí que durante tanto tiempo nos llamaran “el sexo débil”- y por eso nos tienen que proteger, porque solitas no podemos hacerlo. Nos han de defender, justamente, porque no nos consideran iguales. Y ahí está el error. Las mujeres no hemos de ser defendidas, sino que hemos de ser respetadas. Y respetadas, como iguales que somos. Por difícil que cueste interiorizarlo.

Y, como parecía haber comprado el pack completo, el famoso tenista también empleó un término que me pone los pelos de punta cuando se usa como el lo hizo. El de “regalar”. No referido a regalarnos un anillo ni un ramo de flores, sino a derechos. Sin decirlo expresamente -solo faltaría eso- aludía a que cada mujer debe ganar en función de lo que genere, no porque se le regale nada. Y, tal conforme lo decía, puede oír como se desmoronaba todo el edificio construido para lograr la igualdad de derechos de mujeres y hombres hasta quedar hecho escombros.

Quizás habría que explicarle al deportista, y a todos los que piensan como él, que lo que hace el feminismo es luchar por recuperar los derechos que el machismo nos ha venido arrebatando desde que el mundo es mundo. Que no es un regalo, sino justicia. Así de claro.        

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)