El sábado pasado andaba trasteando en la televisión y me quedé paralizada ante una imagen. Una mujer corría, en una escena supuestamente graciosa, perseguida por un hombre escoba en mano. Trataba de refugiarse en los dos protagonistas que primeramente le dan cobijo pero que, ante la súplica de ayuda de ella porque su marido le quería pegar, acaban diciéndoles que si fuera un tercero la ayudarían pero que siendo su marido tenía derecho a hacerlo. Y así se quedaron, más a gusto que un arbusto, sin que nadie, ni dentro ni fuera del filme, protestara lo más mínimo ante semejante alarde de apología de la violencia de género que, por cierto, no era la única en la película.

El filme en cuestión era una obra española de las que se hacían en los 60-70 y que pretendían -y lograban- despertar la hilaridad del público con sus gags, sus estereotipos y su españolismo a machamartillo. Y no está mal que de vez en cuando comprobemos de dónde venimos para saber a donde vamos -y, sobre todo, a donde no debemos ir- pero todo tiene un límite. Y unos matices.

No pretendo hacerme la ofendidita ni presumir de ser políticamente correcta a toda costa, pero hay fronteras que no deberían traspasarse. Y lo que se emite un sábado por la tarde, en horario infantil y en una cadena pública debería pasar determinados filtros. O, al menos, ir acompañado de una explicación que dejara claro que esas conductas son totalmente rechazables y no tienen ni pizca de gracia. Porque, sin ninguna explicación, estas escenas son mucho más nocivas para menores que el sexo o la violencia explícita que se les restringe sin miramientos.

Me comentaba alguien que ver estas cosas puede ser positivo para conocer las actitudes y estereotipos que fueron propios de una época de nuestra historia reciente. Y me hizo pensar, desde luego, porque algo de razón llevaba. El problema es que eso requiere un espíritu crítico o, como decía antes, una explicación, que nadie daba. No deja de ser curioso que cualquier programa o anuncio de televisión en que se realice una conducta potencialmente peligrosa vaya acompañado de un subtítulo donde se advierta que no se debe realizar en casa y no se considere una amenaza mostrar a una mujer maltratada como objeto de mofa y befa.

Sé que era el cine de la época. Es más, sé que era la época, pero la nostalgia no justifica todo. Y hay temas tan serios que no admiten ninguna risotada al respecto. Aunque sea en tecnicolor y protagonizadas por quienes fueron un referente de nuestro cine.

Susana Gisbert 
Fiscal y escritora (twitter @gisb_sus)