Confieso que he pasado un rato dando vueltas a si ponía o no signos de interrogación al título de este artículo. Al final, he decidido que sí, aunque todavía me queda la duda. Porque precisamente es la duda lo que me lleva a escribir este artículo.

Me planteaba el otro día, al hilo del horrible suceso ocurrido en Castro Urdiales, si era necesario incluir determinados datos personales en las informaciones realizadas al respecto, especialmente en los titulares. Y, aunque mi opinión es -y sigue siendo- la de que hay cosas que no deberían haberse difundido, suscitó un interesante debate en redes sociales. Y he creído oportuno compartirlo.

El dato en cuestión en este caso era el origen de los menores, presuntos autores del asesinato de su madre. A excepción de algún medio de comunicación, la mayoría de ellos incidían en la circunstancia de que los niños no eran hijos biológicos de su madre, y también desvelaban su origen nacional de procedencia. ¿Es necesario proporcionar estos datos y darles, además, la importancia digna de un titular? ¿Nos aportan algo?

Según mi criterio, tengo claro que tales datos ni aportan nada ni tienen que ser desvelados ni, mucho meno recalcados. En primer término, porque jurídicamente son irrelevantes. El hecho se calificaría igual si lo hubieran cometido dos menores a los que su madre hubiera dado a luz en el corazón de Cantabria. Por lo tanto, ninguna relevancia objetiva tendrían, más allá del morbo que se pueda suscitar. Y ahí ya empezamos a pisar terreno resbaladizo, porque hacer hincapié esa circunstancia puede estigmatizar y perjudicar a otros menores que se encuentren en la misma situación.

Recuerdo que, hace mucho tiempo, tras conocerse el crimen cometido por un joven que fue adoptado en su día en un país del este de Europa, supimos de varios casos de acogedores que decidían no seguir adelante o de personas que desistían de su intención de formalizar adopciones similares. ¿Casualidad? No lo creo.

No voy a negar que nuestra Constitución garantiza el derecho de la ciudadanía a recibir información veraz, pero ello no puede suponer que se traspasen todos los límites de la intimidad de las personas, máxime si son menores de edad. No creo que se conculquen los derechos de nadie si se omite toda referencia al origen de esos niños. De la misma manera que no aportaría nada decir cuál es su orientación sexual o su religión, por poner una ejemplo.

Sé que cuando de libertad de expresión se trata, los límites son siempre muy difusos. Pero, a veces, valdría más la pena quedarse corta que pasarse. Porque las consecuencias pueden ser irremediables.  

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)