En 1976 la canción “Libertad sin Ira”, interpretada por el grupo onubense Jarcha, acompañó la promoción y el lanzamiento del periódico Diario 16. En 1997 volvió a popularizarse tras el asesinato del concejal de Ermua, Miguel Ángel Blanco. Una letra por todos conocida que nos ha acompañado siempre y ya es un clásico para recordarnos lo que fuimos y lo que conseguimos entre todos.

Dicen los viejos
Que no se nos dé rienda suelta
Que todos aquí llevamos
La violencia a flor de piel
Pero yo solo he visto gente
Muy obediente, hasta en la cama
Gente que tan solo pide
Vivir su vida, sin más mentiras y en paz
Libertad, libertad
Sin ira, libertad
Guárdate tu miedo y tu ira

Pasados 49 años desde la primera vez que la escuché, uno tiene la sensación de que la canción vuelve a estar de máxima actualidad. Una sociedad polarizada que quiere resolver sus problemas con insultos de trazo grueso lleva a eso, a la ira y a la violencia a flor de piel. Probablemente aquí confluyen tres elementos básicos que conviene tener en cuenta para intentar entender este paso atrás.

Por una parte, sólo los más mayores nos acordamos de dónde veníamos, de lo que era realmente el franquismo y lo que supuso sociológicamente. Ahora se idealizan situaciones que son, literalmente, mentira, pero que tienen terreno abonado a partir de falacias que son fáciles de vender a quien no tiene referencias ni contexto. La recurrente España Negra resurge.

En segundo lugar, la sensación bastante generalizada de que el bipartidismo sólo pelea para perpetuarse en sus privilegios y sus comodidades, generando una fuerza centrífuga cada vez más débil, de forma que la ultraderecha y los nacionalismos excluyentes ganan terreno, a base de generar ira y miedo.  Y lo que es peor, como le ocurre al Partido Popular, se convierte en una mala copia de Vox cuando intentan justificar lo injustificable, por ejemplo en el caso de la política migratoria. Definitivamente, hemos perdido el rastro de la derecha civilizada y de corte europeo que todos estábamos esperando. Da vergüenza ajena escuchar al señor Bendodo, por ejemplo. 

En tercer lugar, el abandono a su suerte de la generación más preparada de nuestra historia. Son los nacidos a partir de 1990, que se ven incapaces de cumplir sus sueños de libertad y emancipación familiar, frente a un capitalismo feroz del ladrillo y el turismo salvaje que les cierra todas las puertas. O malvivir o la emigración, como hace 60 años, aunque ahora en avión y sin maletas de cartón.

Que hay dos Españas que guardan aún
El rencor de viejas deudas

Otra vez las dos Españas corren el peligro de enfrentarse, de insultarse sin descanso como único discurso posible y de enterrar así las opciones de progreso y libertad. Da igual el tema que sea. El bipartidismo vive encerrado en su cúpula de cristal, convencido de que el temporal acabará amainando.

No estoy tan seguro de ello y es hora de darnos cuenta de que acabamos de entrar en una aburrida y violenta precampaña electoral que, especialmente como andaluz, no me sugiere demasiadas cosas buenas.

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