El partido popular se está hundiendo, mientras el actual presidente del Gobierno sigue  apoyando a Cristina Cifuentes, a pesar de  sus ejecutivos y ejecutivas que en muchos casos han mostrado su malestar ya desde la reunión de Sevilla.   Los “populares” están viendo con gran inquietud como el empeño en mantenella y no enmendalla en lo que se refiere al ¿fantasmagórico? master de la presidenta de la Comunidad de Madrid, afecta de pleno a la formación de Rajoy. 

Se comenta en medios docentes que este tipo de titulaciones tienen el objetivo fundamental de que en el reingreso a su puesto de funcionarios -como es el caso de la protagonista de esta historia-  la titulación obtenida sirva para acceder a un mayor nivel y por tanto a un incremento de ingresos. Hemos conocido la denuncia de un sindicato policial ante la Fiscalía por considerar que 200 policías realizaron un curso en Criminología precisamente en la Universidad Rey Juan Carlos para facilitar por la vía exprés su acceso a la máxima categoría, la de subinspector.

Pues bien, todo lo que está sucediendo ahora en torno a doña  Cristina,  se puede convertir en la caída de Don Mariano.  Hasta el periódico ABC ha cargado, esta vez, contra la presidenta que se aferra al sillón con uñas y dientes y comentarios un tanto verduleros -disculpeme doña Cristina- dirigidos a quienes ella considera la empujan a que se vaya. Vamos, que se quiere quedar como sea.

Sin embargo, para ser justos, Cifuentes no ha sido la única que ha mantenido esta postura dentro del PP. Hay muchos hombres y no pocas mujeres, que van por la vida sin  asumir responsabilidades hasta que ya es demasiado tarde. Y lo que es peor, ante el cómplice silencio de los mandamases. “Yo no  lo sabía”, dicen. “A mí no me lo dijeron”, aseguran con tozuda tenacidad. Esperanza Aguirre, es un ejemplo de la resistencia de los políticos a abandonar el poder. Y no perdamos de vista que  cuando todo empezaba a tambalearse, tuvo de ayudante primero a Francisco Granados y después a  Ignacio González. Los dos acabaron rondando por la cárcel.

Hasta entonces Aguirre no dejó la política.  Y lo hizo a regañadientes. En una jugada propia de tahúres, la lideresa alcanzó la Presidencia no por sus méritos o por una victoria aplastante en las urnas, sino gracias al Tamayazo, el voto tránsfuga de dos parlamentarios del PSOE, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, que así permitieron que el PP se aposentara en Madrid. Gracias a ellos, los de Rajoy comenzaron a escribir a partir de entonces una historia en que la sospecha de corrupción se ha convertido en el  hilo argumental. Tras esa primera golfada a nadie le asombra que la derechona haga trampas.