Reconozco que me gustan poco las encuestas, y más aun en estos tiempos electorales, en que nos saturan. Pero, política aparte, no me gustan por otra razón importante: no suelen dar buenas noticias. O esa impresión me da.

Es el caso de la encuesta a la que me refiero, con un resultado que me llena de desasosiego, por no decir otra cosa. Se trata de un estudio del Centro Reina Sofía que concluye que el antifeminismo y el negacionismo de la violencia de género crece en la juventud, principalmente entre adolescentes varones. Muy preocupante.

Pero vayamos por partes. Dice el estudio que más de un 40 por ciento de jóvenes entre 14 y 17 años no se considera feminista. Y que muchos rechazan abiertamente el feminismo hasta considerarse antifeministas. Y el primer problema con el que chocamos es que ni siquiera saben lo que es el feminismo.

Según la RAE, el feminismo, en su primera acepción, es el “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”, y en la segunda alude al movimiento que lucha por su realización efectiva. Por tanto, la primera conclusión sería que estos jóvenes están en contra de la igualdad entre hombres y mujeres y de la lucha por conseguirla. Algo que choca frontalmente con lo que dice nuestra Constitución e incluso con lo que dirían si les preguntaran si son partidarios de la igualdad, que nadie negaría. Así que estamos ante un problema de desconocimiento de proporciones cósmicas. Y de eso no tienen la mayor parte de la culpa. Algo habremos hecho mal para llegar a ese punto.

Y, si hablamos del negacionismo de la violencia de género, la cosa es incluso peor. Volviendo a la RAE, esta se refiere a la violencia de género identificándola con la violencia, tanto física como psicológica, que se ejerce contra las mujeres por razón de su sexo. Y, como no pueden negar, por desgracia, la cantidad de mujeres asesinadas y agredidas que ocupan nuestros informativos, lo que niegan es que sean víctimas por razón de su sexo. Como si las cifras de agresores hombres frente a víctimas mujeres no fuera bastante elocuente.

Lo terrible es que se ha introducido un factor distorsionador muy peligroso. El discurso mendaz sobre denuncias falsas y el obstinado mensaje de una inexistente quiebra de la presunción de inocencia ha calado hondo. Se ha colado en redes sociales y, lo que es peor, se ha instalado en las instituciones, convirtiéndose en un arma arrojadiza. Atrás quedaron los tiempos en que, en año 2004, todos los partidos políticos aprobaban por consenso la ley integral contra la violencia de género, incluidos los que hoy pactan con quienes la niegan.

Mal vamos.

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (twitter @gisb_sus)