Metidos como estamos en plena campaña del IRPF es oportuno abordar las discriminaciones invisibles que sufren grandes sectores de la población y que pueden solucionarse con ajustes fiscales en la aplicación del IVA o con desgravaciones en el impuesto sobre la renta. La aplicación del IVA superreducido del 4% para los productos de higiene íntima de la mujer se cayó de la ley de presupuestos para el año 2022 y, por lo tanto, la reivindicación sigue viva para la mitad de la población española.

La Unión Europea permitió en 2007 que sus estados miembros pudieran aplicar descuentos impositivos a los productos sanitarios femeninos. 15 años después, el Gobierno de España aduce para no aplicarlos que está pendiente de las conclusiones del grupo de expertos sobre la reforma fiscal, previstas para febrero de 2022 y que por la guerra de Ucrania ya se verá cuando se publican.

Otra discriminación invisible es la de las personas con celiaquía, una enfermedad autoinmune e infradiagnosticada, que padecen cerca de medio millón de personas en España. A todas ellas les salió su cesta de la compra alimenticia 934 euros más cara en 2021 que al resto de la población, según el informe anual que publica la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE). 

Al ser la celiaquía una enfermedad de origen genético, hay familias con más de una persona afectada, por lo que el gasto se multiplica y en el caso de hogares vulnerables se convierte en un gran problema. Para esta enfermedad el único remedio existente es la dieta sin gluten, la proteína responsable de la dolencia.

Otra discriminación invisible es la de las personas con problemas dentales. Como todos sabemos la odontología no está incluida en la cobertura pública sanitaria, ni en la privada, de ahí la proliferación de clínicas dentales. Hay un producto que es el hilo o seda dental, imprescindible para mantener una correcta higiene bucal en las personas con implantes y puentes, que debería tener un iva superreducido del 4% y que las farmacias tratan como si fuera un cosmético.

Hace años los gastos farmacéuticos se podían deducir en la declaración del IRPF, pero esa ventaja desapareció y nadie la ha reivindicado después. Al igual que ocurre con la fiscalidad verde, impuestos que incentivan comportamientos individuales y colectivos beneficiosos para el medio ambiente y que penalizan los perjudiciales, es razonable ampliar una fiscalidad que estimule los comportamientos saludables y penalice los insanos que originan un mayor gasto sanitario público.