He tardado una hora en eliminar mi cuenta de Facebook Meta y desactivar la de X (antes Twitter). Las he abandonado porque,como todos ustedes saben, se han convertido en plataformas para la desinformación y sus direcciones las han puesto al servicio de la internacional reaccionaria o ultra con Trump a la cabeza, que será coronado emperador el 20 de enero del año de desgracia de 2025.
Los algoritmos de X, Facebook, Instagram, TikTok y la mayoría de las aplicaciones persiguen devorar el bien más preciado que tenemos: nuestro tiempo libre y, también, el de trabajo. Pero, además, se han convertido en tóxicas al permitir que el anonimato garantice la impunidad de los comportamientos delictivos de casi la mitad de sus perfiles o cuentas.
En mi caso, como periodista, mi decisión es coherente con mis códigos deontológicos y con la recomendación de la Federación Europea de Periodistas, que ha instado a los poderes públicos de la UE a actuar de manera contundente contra estas plataformas por su contribución a la deslegitimación del papel de los medios de comunicación y del trabajo de los profesionales de la información.
Como ciudadanos tenemos un gran poder, que usamos todavía muy escasamente, a la hora de decidir qué compramos y qué usamos de una manera responsable. En el caso de las plataformas tecnológicas como las mencionadas, al ser originariamente gratuitas, la confusión estaba servida y ellas se aprovecharon de la complicidad implícita en nuestra adhesión.
Los propietarios milmillonarios de estos conglomerados tecnológicos han comprado gratis el enorme capital de nuestro tiempo y datos personales a cambio de ofrecernos unos servicios cada vez más sesgados y manipulados, que han colonizado las mentes de millones de personas en todo el planeta. Pero, lo más grave, como han analizado ya múltiples estudios científicos, ha sido el impacto negativo de redes como Instagram y TikTok en los hábitos y comportamientos de las personas menores de edad.
Los gobiernos han sido incapaces de regular hasta el momento a las plataformas y estas se han beneficiado de su poder irrestricto para imponer sus propias reglas al margen del bien común. Pero el colmo se ha producido con la compra de Twitter por Elon Musk y su conversión como X en el aparato de comunicación de la extrema derecha global.
La UE, el Parlamento Europeo y los gobiernos que ya se han quejado de X, como el francés y el británico, sin olvidarnos del español, deben cerrar sus cuentas en la red de Musk y respaldar a los millones de ciudadanos que ya se han ido o están a punto de irse a redes más saludables como Linkedin o Bluesky.
Si no actúan rápido el monstruo del negacionismo nos tragará como hacía Godzilla al despertar de su hibernación tras el bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki en 1945. Por eso es tan urgente que la ciudadanía pase a la acción y abandone la pasividad, saliéndose de las redes tóxicas. Prediquemos con el ejemplo y no dejemos para mañana lo que se puede hacer hoy.