El pasado jueves en el Congreso, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, recibió un golpe simbólico; su enésimo intento de arrinconar al presidente Pedro Sánchez acabó en decepción. Solo sirvió para confirmar lo que muchos pronosticaban: no hay capacidad ni fuerza para aprobar una moción de censura. Como el líder popular no ha encontrado el apoyo que buscaba en el Congreso, ha querido lanzar la oposición a la calle.
La manifestación se ha fijado para este domingo, 8 de junio, en la Plaza de España de Madrid. En lugar de propuestas o debates, el PP ha optado por un abuso de retórica bélica: “Mafia o democracia”. Un lema binario que pretende resumir la política en una línea moral excluyente. O estás con el PP o eres cómplice de una presunta “mafia” que controla al Gobierno.
Este discurso simplista podría pasar como épica populista, pero en la práctica oculta la ausencia de contenido: ni un plan LGTBI+ creíble, ni un modelo económico disruptivo, ni siquiera una hoja de ruta propia que sustituya al PSOE. La gran apuesta es el ruido. Porque si no tienes proyecto, recicla la retórica guerracivilista.
El PP ha convertido la calle en su tabla de salvación. Feijóo afirmó desde Las Palmas que “se está viviendo una degradación total” bajo Sánchez, y justificó la protesta como un “actuar en la calle y en las instituciones”. Pero ese giro llega tras un batacazo parlamentario: sin apoyos, sin moción y sin salida escénica más allá del Congreso que se le volvió en contra.
Es significativo que este domingo el PP se niegue a reconocer razones institucionales auténticas: esta no es una protesta ciudadana plural, sino un mitin más. Y quienes lo ven, como Vox, no se han sumado. De hecho, la portavoz Pepa Millán lo criticó con todas sus letras: “No se puede decir que el Gobierno es mafia y escenificar que te sientas con la mafia el viernes”. Un argumento que va al corazón de la lógica fragmentada que hoy define la derecha española: grita, protesta, pero no pactas.
Vox no saldrá en la foto
En la cita de este domingo, el PP ha tanteado a Vox. El protocolo ha sido invitación cordial. Sin embargo, en la realidad, Vox declinó con frialdad. Su cúpula autonómica considera que esta manifestación es un “acto de partido” y quieren encargarse de tumbar a Sánchez a través de una moción de censura en el Congreso. La discrepancia es clara: Vox demanda acciones institucionales reales ―siempre y cuando no las tengan que redactar ellos―, el PP vende espectáculo.
Feijóo, al margen de nombrar un plan o fortalecer alianzas, prefiere el “auge institucional mínimo” ―como asistir a la Conferencia de Presidentes―, y cargar para luego volver a tensión callejera. El resultado no convence ni a la confesión conservadora ni a nadie con ganas de propuestas reales.
¿La mafia es tu amiga?
El videoclip del PP para la manifestación se ha convertido en viral… pero no por su calidad cinematográfica. Recurre a la iconografía de El Padrino, con Sánchez dibujado como capo mafioso, carteles en blanco y negro, banda sonora oscura, casi de película de gánsteres. Este teatro audiovisual es una puesta en escena con aroma de conspiranoia barata.
Feijóo ha debido asumir la narrativa de que, si lo repites con suficiente convicción, algo se te quedará. La apelación barroca transforma al Gobierno en enemigo público número uno, y el ciudadano es invitado al bando “integridad”. Todo para ocultar que ni Vox está dentro, ni el Congreso ha servido, ni el PP tiene una alternativa clara.
Una manifestación o un mitin de medianoche
Es legítimo salir con pancartas y silenciar la calle, pero cuando el propósito es repetir la declaración de guerra sin plan alguno, se convierte en marketing partidista. El PSOE ha salido al paso con acidez: “Resulta grotesco que quien se va de vacaciones con un narco convoque una manifestación contra la corrupción”, apuntó Patxi López, sin mencionar directamente a Feijóo, pero con la misma dureza. Desde la regional, además, se recuerda que es el único partido condenado por casos graves, lo que les deja poco margen para erigirse en paladines de la honradez.
La ecuación “o mafia o democracia” no establece condiciones: ni cómo combatir, ni cuándo ni con qué resultados. Se trata de un recurso discursivo para movilizar el desencanto, pero no para encauzarlo. Ni hay conversación con la izquierda para propuestas, ni intención de acercarse a Vox y firmar algo institucional.
Y ahí está el absurdo: Vox a la espera, el PSOE en defensa, los barones del PP incómodos e incluso la Fundación FAES de Aznar apuntando que las vendettas “no se organizan desde la calle”. Todo apunta a que, tras el flash de este domingo, no habrá base real para esta guerra.