A la legislatura de Sánchez no la han vencido las banderas con párkinson rojigualdo que ondeaban el otro día en la plaza de Colón. No, a Sánchez no lo ha tumbado la moción de censura de la calle, como afirma Casado con su peculiar visión de la irrealidad, sino el fuego amigo, que lo de tener fantasmas en la vida política no trae más que disgustos.

El fuego amigo iba a proceder del fusil bucólico de Carles Campuzano y del trabuco angelical de Joan Tardà, ese político de cabeza borrascosa y rostro de Gepetto. En vista de la situación, Pablo Iglesias despachó con el padre Puigdemont para que este convenciera a los soberanistas catalanes de que no devolvieran los presupuestos de Sánchez a los corrales. Pero aquel olvidó, o prefirió olvidar, que los indepes siempre han ido a lo suyo, mordisqueando y rumiando, como las cabras, su patriotismo autista y blanco. Y así no hay quien razone. Que se lo digan, por ejemplo, a Aitor Esteban, el del botijo de agua fresca, que inútilmente trató de catequizarlos. O a Ada Colau, que sermoneó a la cámara de su móvil y luego subió a las redes su enfado. A los de ERC y a los del PDeCAT la alcaldesa les decía cuatro verdades que, además, eran verdad. Pero ellos no iban a aceptar las cuentas que les presentaba la ministra Montero mientras se juzgaba a sus doce caballeros del Zodiaco en el Tribunal Supremo. Y menos incluso cuando era muy posible que aquellos inquisidores con toga quisieran repetir en Mahatma Junqueras la sentencia que condenó a Giordano Bruno a arder en la cremà renacentista del Campo dei Fiori.

No hubo manera de hacerlos entrar en razón. Ni siquiera los más de dos millones de euros dialogantes que iban en la partida catalana de los presupuestos los disuadieron. Lo cual demuestra que a los secesionistas les importa más su paraíso artificial que Catalunya, que se ha quedado sin ese dinero bonancible y España sin los presupuestos más sociales de la historia, como los definió fervorosamente la ministra del ramo. Menos aún les afecta que su rechazo se traduzca en complicaciones para la financiación del resto de las autonomías o que nos aleje del objetivo de déficit. No les importa, ya digo. Su universo de peluche cabe en una palabra amarilla: ¡In-inda-indapandensia!

Ellos no iban a aceptar las cuentas mientras se juzgaba a sus doce caballeros del Zodiaco en el Tribunal Supremo

Uno cree —y perdón si acierto— que estas gentes solo disfrutan con el légamo político, como Villarejo. Saben de sobra que jamás lograrán la in-inda-indapandensia. Que se han extraviado en un desierto que ellos solitos han construido grano a grano, minuciosamente. Que hace tiempo que se estrellaron contra la pantalla del game over. Pero simulan no advertirlo. De ahí que se entretengan en remover el fango y en enturbiar las aguas. Hago ruido, luego existo. Y de paso postureo un poco ante los electores, a los que prometimos ríos de leche y miel en la nueva tierra de Canaán, que está entre Sant Feliu de Guíxols y Figueres, como se sabe.

En fin, si algo hemos sacado en limpio de los presupuestos humillados, es que Sánchez no era el felonazo que describió Casado. Los traidores estaban en ERC, que pactó con las derechas. Con razón decía James Joyce que un fantasma es “un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres”. Y Tardà ha mudado de costumbres como Groucho Marx de principios o Nadal de raqueta. Vamos, que, tras el rechazo de ERC a los prepuestos, uno empieza a dudar si el republicanismo de Rufián no será mera pose en Twitter y si en realidad no repartía codazos a lo Javier Maroto en la melé patriótica que se formó el otro día en Colón para salir el primero en la fotografía de cierre. Me cuentan que Tardà y Rufián iban del bracete de Casado y Rivera, solo que, por su condición de fantasmas, no los vimos. Tampoco andaban muy lejos de allí los campuzanos y otros ectoplasmas del PDeCAT.

Quizá el republicanismo de Rufián solo sea postureo amarillista en Twitter

En fin, Sánchez acaba de anunciar que se celebrarán elecciones generales dentro de dos lunas. Si gana la derecha tricéfala (o trifálica, como dadaístamente dice Dolores Delgado), seguro que los indepes se sentirán más mimados que con Sánchez. Casado los acariciará con un uno, Rivera los abrazará con un cinco y Santiabascal los bendecirá con otro. O sea, 155. El número mágico de los dialogantes. Solo así empezará una conversación verdadera, sin el placebo del relator ese. Seguro que Rufián lo contará en Twitter. No se lo pierdan.