Con nuestro actual mundo globalizado asombrado y perplejo ante el enorme despropósito que supone que la presidencia de la todavía primera gran potencia mundial esté en las manos de un sujeto como Donald Trump, con renovadas y muy variadas amenazas populistas, ultranacionalistas y xenófobas en algunas naciones europeas, con el drama escandaloso de miles y miles de refugiados de todo tipo causados por conflictos bélicos incomprensibles y hambrunas simplemente criminales, y con el evidente y cada vez más probable riesgo de la implosión del “statu quo” establecido desde el final de la segunda guerra mundial, el panorama político español comienza a parecerse a un mal remedo de aquel gran clásico del teatro del absurdo escrito en francés por el irlandés Samuel Becket hacia la década de 1940 y que en 1952 publicaron las parisinas Editions du Minuit. 

Me refiero, claro está, a “Esperando a Godot”. Subtitulada y conocida también como “Tragicomedia en dos actos”, la célebre obra de Becket se me presenta como un fiel reflejo del panorama político español actual. Al igual que en esta pieza maestra del teatro del absurdo, todos parecemos estar “esperando a Godot”, sin saber qué o quién es Godot, como sucede en la citada obra, en la que los dos personajes centrales, Vladimir/Didi y Estragón/Gogo, reunidos junto a un árbol, en un camino, pasan el tiempo conversando y discutiendo entre ellos, a la espera de la llegada de Godot, que evidentemente no llega nunca. Interrumpidos apenas por las apariciones de otros personajes, como el cruel Pozzo y su criado Lucky, los dos protagonistas siguen y siguen esperando que llegue el tal Godot, y la obra se cierra con un diálogo entre ambos que viene al pelo para definir lo que viene sucediendo en la política española estos últimos años: “¡Qué! ¿Nos vamos”, inquiere Vladimir/Didi, a lo que Estragón/Gogo responde con firmeza “Sí, vámonos”. Pero, como sucintamente refiere Becket en su texto, ambos “no se mueven”. 

Tampoco nada se mueve en el panorama político español actual. Esta es también una tragicomedia, aunque mucho me temo que no es de solo dos actos, como la obra de Becket. 

Tan satisfecho siempre consigo mismo y con su característico y hasta ahora exitoso inmovilismo, Mariano Rajoy sigue apenas sin moverse, ni tan siquiera ante la posibilidad de un desbloqueo real del grave conflicto institucional, político y social que el secesionismo catalán lleva planteando desde hace ya cinco largos años, a la espera de que se resuelva por sí mismo. 

Tampoco se mueve el PSOE, cuya gestora parece haber decidido prolongar una interinidad que no solo no soluciona sino que enquista y agrava aún más los graves problemas del socialismo español, desdibujado ahora en una oposición apenas perceptible y que tiene desconcertados a infinidad de sus antiguos votantes e incluso a muchos de sus todavía militantes, a la espera de que pueda recuperar la unidad perdida sin renunciar a sus señas de identidad de izquierdas.

Podemos se encierra sobre sí mismo, practica sin rubor alguno la endogamia e incluso el simple nepotismo, emprende con ímpetu merecedor de mejor causa sus propias purgas internas y abjura de cualquier posibilidad reformista y de alianza de todas las izquierdas, a la espera de un cada vez menos probable asalto a los cielos.

Ciudadanos reniega de su pasado más reciente, vacila en la adopción de medidas reales de regeneración democrática y se pliega con absoluta sumisión al líder, al igual que hace Podemos, en ambos casos a la vana espera que esta nueva casta de caudillajes sea vista todavía como algo nuevo y emergente. 

Por su parte, el secesionismo catalán espera y desespera, incapaz de proseguir con su hoja de ruta porque desde hace mucho tiempo, tal vez desde los mismos inicios de su aparición es escena, sabe muy bien que está de antemano abocada al fracaso, y por ello se mantiene ahora a la espera de alguna mínima oferta que le permita cambiar por completo de discurso de forma no vergonzosa. 

Sí, decididamente, estamos todos, aquí y ahora, viviendo a diario “Esperando a Godot”. Sin saber qué o quién es Godot, sin saber no ya cuándo y cómo sino si simplemente Godot llegará o no algún día, aunque todos barruntemos que no llegará nunca.

Conviene que recordemos que “Esperando a Godot” es una “tragicomedia en dos actos”, que es una de las obras maestras del teatro del absurdo y que se sigue representando con gran éxito en todo el mundo desde su estreno, hace ya cerca de setenta años.  

Mientras los españoles seguimos “esperando a Godot”, el mundo entero vive momentos decisivos que marcarán nuestro propio futuro aunque nosotros, al igual que los dos principales personajes de la obra de Becket, no nos movamos.