Para titular esta columna, le tomo prestado al joven director de cine Miguel Casanova el nombre de un corto, En el nombre del miedo (2012), que, como se expone en la sinopsis, “es la historia de miles de niños que han sido obligados a vivir con el miedo en el cuerpo”, en el contexto de los abusos sexuales en los colegios religiosos. Aunque, en realidad, podemos extender esa idea a un ámbito más general, no sólo al del abuso sexual, puesto que uno de los grandes cometidos de las religiones, es obvio, es llenarnos de miedo; y por eso se esmeran en infundirnos terror desde la infancia: al infierno, al pecado, al castigo divino, a las ánimas del purgatorio, al juicio final, a la propia vida (yo confieso que pasé una infancia aterrada entre tanta espada de Damocles), y, por supuesto, ¿cómo no?, al diablo (a quien nadie hasta ahora ha visto, aunque se le intuye en la mirada, en las palabras y en las acciones u omisiones de algunos seres humanos).

Y es que las religiones son y han sido siempre una de las grandes herramientas del poder para amedrentar al pueblo; otra ha sido la ignorancia, y otra, por supuesto, el engaño y la mentira. Los tiempos ya no son lo que eran hace varios siglos, y a día de hoy, en plena era digital, que nos asusten con el infierno ya no cuela mucho; porque, entre otras cosas y a poca lucidez que se tenga, se percibe muy bien que el cielo y el infierno no son algo de ultratumba, sino que están aquí, muy cerca, a nuestro alrededor. Y tan es así que algunos han tenido que buscar otras tácticas para asustarnos y mantenernos en el limbo del miedo, de la sumisión y de la inacción. Porque nada hay más paralizante que el miedo, y si es terror, mucho mejor. Por eso nos asustan tanto.

Un método canalla de inocular el miedo en la sociedad es bien conocido por los ámbitos de las derechas, especialmente de la extrema derecha; se trata de la difusión de bulos, que en los tiempos actuales se vienen llamando fake news, y que se expanden principalmente por internet y las redes sociales dando forma a eso que llamamos posverdad, que no es otra cosa que la mentira repetida que se convierte en verdad para la población acrítica y desinformada. Se trata de crear una realidad alternativa falsa que justifique esa agenda política antidemocrática, totalitaria e insolidaria. Y es una táctica fundamental para el crecimiento de la derecha radical, cuyos argumentos ideológicos y políticos no tienen manera de prosperar sin un contexto de alarmismo social y de fundamentalismo político e ideológico que los sustenten.

En 2019, un estudio de la Unión Europea puso a Vox como ejemplo de desinformación y de propagación de bulos y fakes a través de las redes sociales en los tiempos en que, en campaña electoral, el partido de la ultraderecha quería entrar en los gobiernos municipales. Y lo consiguió. En esa misma línea, Vox sigue alimentando el alarmismo y el miedo, y generando dudas y rechazo respecto del actual gobierno y, en general, de los políticos socialdemócratas o de izquierdas (“comunistas” en su lenguaje manipulador). Una ocasión muy propicia ha sido el bulo del “apagón” que comenzó con una declaración del Ministerio de Defensa de Austria sobre la posibilidad de un quiebre de la energía eléctrica en ese país.

Ha llegado Vox a solicitar, el pasado 27 de octubre, la comparecencia en el Congreso del director de Seguridad Nacional, para explicar las acciones que se tomarán en España frente al gran apagón eléctrico, y para pedir cuentas de las medidas tomadas para proteger a los ciudadanos de esa catástrofe; haciendo, por cierto, el ridículo más monumental. Porque, como se vio forzada a explicar la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, es rotundamente falso que en España se pueda producir esa circunstancia; como han explicado expertos en la materia, por un lado porque las centrales nucleares españolas generan en un día el doble de lo que se puede llegar a consumir, y, por otro lado, porque tenemos otras nueve fuentes de energía diferentes.

 Luego, es una obviedad que el posible apagón en España es un vergonzoso bulo que ha alimentado la extrema derecha para inducir al miedo y para generar recelo y odio hacia el gobierno de coalición. Lo mismo que el bulo de los ocupas que nos dejan sin casas, o el bulo, con fotos adulteradas incluidas, de los inmigrantes que nos dejan sin trabajo y que copan las subvenciones, la ayuda social y las ayudas del paro. O el bulo de la subida de la electricidad, que atribuyen al gobierno de Pedro Sánchez, cuando fueron gobiernos precedentes los que fueron privatizando las compañías eléctricas; Aznar, por ejemplo, fue fichado como asesor por Endesa, tras haberla privatizado.

Contra el miedo, información. Una sociedad bien informada es una sociedad sensata e inmunizada contra el miedo, las mentiras, los bulos y la manipulación. Porque, como decía la física francesa Marie Curie, “Nada debe ser temido, solamente comprendido. Se trata de comprender más para temer menos”, y, por descontado, contrastar la información que nos llegue para que no tengan recorrido los bulos ni el abuso mental y social que conllevan.

Coral Bravo es Doctora en Filología