Los mismos que han obtenido beneficios récords en 2022, pese a que vaticinaron la llegada del Apocalipsis, se empeñan ahora en propalar que 2023 va a ser fatal para la economía. En las encuestas, la mayoría afirma que su situación económica personal o familiar es buena y muy buena, pero que la de España es mala. Tendrán que aclararse o, a lo peor, resulta que se les ha hecho bola en la cabeza los excesos de las pasadas navidades, y la cuesta de enero les parece más empinada de lo que es.

Aunque los medios afines a la manifestación de Cibeles coincidían ayer en titular sobre que el constitucionalismo tomaba la calle y los organizadores denunciaron el plan oculto para instaurar una dictadura. Los convocantes y sus fieles también han urdido otro que tiene muy poco de constitucional: meter en la cárcel a Sánchez y por extensión a todos los que le votan, hacer lo mismo con todos los partidos secesionistas, volver a la mili obligatoria... Ya a finales de 2020 en un grupo de whatsapp de militares golpistas se hablaba de pasar por las armas a los 26 millones de españoles que no pensaban como ellos.

Con estos mimbres, hay que agradecer que el sábado la manifestación no acabase en el Congreso o en la sede del Tribunal Constitucional, con mayoría progresista desde hace unos días, como dicta la hoja de ruta de trumpistas y bolsonaristas.

Las élites económicas andan estos días muy preocupadas porque China ha dejado de crecer al ritmo que lo hacía antes, su población también disminuye por primera vez y, en definitiva, sus ciudadanos se parecen cada vez más a los de cualquier país desarrollado y moderno.

Se olvidan que en un planeta finito como el nuestro es inviable un crecimiento infinito como el que predican desde siempre. Son los mismos que en España piensan que es posible seguir creciendo en turismo, o en producción agropecuaria intensiva, pese a que no haya agua para casi nada, ni Tajo que trasvasar. No les debe importar la sequía en otras comunidades, ni que nuestros ríos compartidos lleguen secos a la frontera con Portugal.

El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, es otro de los empeñados en asustar puntualmente cada vez que el Gobierno de coalición adopta medidas sociales para contener la creciente desigualdad. El domingo compartía portada en ABC con la manifestación de Cibeles para advertirnos de las perspectivas de desaceleración en 2023.

Todavía no se ha llegado al fondo de la ayuda rusa al triunfo de Trump en las elecciones de 2016, pero el dato a día de hoy es que los fabricantes de armas de todo el planeta y las empresas de combustibles fósiles (carbón y petróleo) están encantadas con el vuelco que la guerra de Ucrania ha dado a sus respectivos sectores. Les ha ido fenomenal en 2022, pero asustan con la incertidumbre de los mercados en 2023.

Las élites están empeñadas en asustarnos, pero tenemos que salir de nuestras cómodas y distraídas burbujas y empeñarnos en importunarlos, reclamar a nuestros representantes políticos y, sobre todo, no quedarnos en casa el 28 de mayo ni en ninguna de las futuras citas electorales.