Lo sustancial, a mi entender, es lo que subyace detrás del encaramiento de la llamada “reforma laboral” que la derecha en el poder exhibe para tratar de que esa plaga maldita del desempleo no continúe devastando el país.

Las dos almas
La primera de esas almas se puede sustanciar en los ministros de Hacienda, Cristóbal Montoro y del Empleo y Asuntos Sociales, Fátima Báñez. Dos andaluces de la misma escuela económica y la segunda, onubense, fiel discípula del jienense que está encontrando en estas circunstancias su máxima cota de poder.

Montoro, hijo de un humildísimo emigrante andaluz al Madrid de la postguerra, se debatió siempre entre una socialdemocracia desteñida y un liberalismo compasivo que pudo observarse durante el aznarato (ocho años): primero tuvo la Secretaria de Estado de Economía y luego su otro discípulo, José María Aznar, le dio el 50% de la cartera de Rato. Ya entonces Montoro Romero tuvo más que enfrentamientos abiertos con los intocables banqueros de entonces que, en el fondo, son los mismos que los de hoy.

Báñez&Nadal
La ministra de Empleo hunde sus ancestros políticos también en el sector más avanzado socialmente del Partido Popular. Incluso por edad, aunque este argumento suele fallar mucho.

De hecho, ambos ministros han pretendido no romper su nexo con las organizaciones sindicales y otros entes que pululan por el mundo del trabajo y las relaciones sociales.

Ha quedado claro a mes y medio de la llegada al poder del PP que ese eje existe y que está comandado por Montoro que tendría también como aliado imprescindible al jefe de la Oficina Económica de Moncloa, Alvaro Nadal, el “chico de Harvard” como le denominan en el Partido Popular al asesor principalísimo del presidente del Gobierno. Nadal ha trabajado durante los ochos años de oposición codo con codo con el ministro de Hacienda y eso tiene que notarse.

Será una tripleta difícil de romper, aunque los fácticos económicos, que existen y se mueven, frunzan el ceño en más de media docena de veces.

De Guindos, el líder liberal puro
En este escenario, el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, exsubordinado de Rodrigo Rato y otrora principal defensor del exvicepresidente, se ha convertido en la avanzadilla del ultraliberalismo. Creen que es lo mismo preparar una papel en FAES o en cualquier otro tink tank cuyas paridas lo resisten todo que gobernar un país donde hay mucha gente que ya no come o tiene dificultad para hacerlo.

De Guindos hizo gestos elocuentes cuando a las primeras de cambio el Gobierno tuvo que subir los impuestos en una especie de desmarque muy visible. Se dedica más a atender al The Finantial Times y otros papeles impresos del neoliberalismo que a estar en el tajo; es decir, todo lo contrario de Montoro. Olvida una cosa: no tiene ancestro político en la derecha aunque últimamente se ha refugiado en Aznar y éste le pasa factura en forma de altos cargos.

Primero tuvo que tragar el recorte enorme en los sueldos de ejecutivos bancarios y sus bonus; ahora deglute la limitación de indemnizaciones de los banqueros/bancarios e incluso de la supresión de las mismas a los malos gestores o sancionados por prácticas irregulares.
¡Se puede describir el amor que los mencionados tienen al Gobierno de la derecha!

Y, ¿el alma de Rajoy?
El presidente se ha autoconstituido en el epicentro del debate y de la resolución. Ya lo dijo expresivamente un día: “Yo creo en la economía mixta…” como funcionario del Estado que fue, lo es y lo seguirá siendo.

Rajoy está en lo práctico. Sea de derechas, izquierdas o mediopensionista. Es consciente que si en seis meses no ofrece resultados el país se le rebotará indefectiblemente y tiene que taponar esa herida antes de que llegue. Prueba al canto: su pesimista posicionamiento en el Congreso de los Diputados a propósito de la evolución del paro y los índices económicos generales.

Tomen nota: Mariano Rajoy, en estas circunstancias, comprará cualquier receta que le permita sacar la cabeza, esto es, reducir el paro. El resto le importa una higa.

Graciano Palomo es periodista y escritor, director de FUNDALIA y editor de IBERCAMPUS