Nosotros seguimos que no cabemos en el traje (perdona Paco por el símil) de gozo. Parecemos tocados por una varita mágica y todo a nuestro alrededor es felicidad y buenas noticias. Por si nos faltaba algo, a nuestra mayoría absolutísima se ha unido ahora una guerra intestina en el PSOE. Suerte tiene el pobre Rubalcaba de que estamos muy entretenidos repartiéndonos cargos, de lo contrario estaríamos aprovechando el filón que la ex ministra de Defensa ha abierto. Quiero desde aquí solidarizarme con el líder (por llamarlo de alguna manera) socialista, porqué aún desde el más profundo populismo, que bien saben ustedes que practico, me resulta indignante la actitud de Carmen Chacón, que parece ser que en estos últimos años era ministra de Zapatero sin que ella se hubiera dado cuenta.

Es una enorme suerte que la guerra en el PSOE sea simple y llanamente por ver quien consigue el poder, es decir, que sea un partido tan tradicional como el nuestro. Imagínense por un instante, que el PSOE se hubiera decantado por discutir no sobre quién va a mandar en el partido, sino sobre cómo debe ser el camino que debe seguir una organización progresista moderna.

Ahora que ya estamos en el poder, puedo confesarles que durante meses me he estado despertando por las noches por culpa de una terrible pesadilla. En ella, el PSOE padecía una revolución interna provocada por el espíritu del 15 M. Las bases, organizadas desde las redes sociales, tomaban la dirección del partido y conseguían, gracias a la utilización de las nuevas tecnologías, implicar a decenas de miles de militantes y simpatizantes en la oferta de propuestas y en la toma de decisiones. En la pesadilla, los representantes de la izquierda no eran más que la voz de estas bases, con lo que conseguían que una amplia mayoría de la población viera a este partido no como uno más de la casta política, sino como el verdadero representante de sus intereses.

Y lo malo es que, continuando con la pesadilla, esa democracia real, continuaba una vez el partido conseguía la victoria electoral. Mediante el voto electrónico, las principales decisiones de ese ficticio gobierno eran sometidas a sufragio de forma rápida y fiable, con lo que los votantes se convertían en valedores de las medidas. Algunas de ellas necesariamente duras, forzadas por la crisis actual. Pero todas justas, porque dejaban de ser la decisión de un grupo con información privilegiada y sometido a las presiones de los magnates económicos, para ser la voluntad de unos ciudadanos comprometidos con su propio futuro.

Y no crean que la pesadilla se quedaba ahí, no. Lo peor de la historia es que se trataba de un partido de izquierdas a nivel europeo, que no tenía en cuenta las fronteras y los intereses de cada país, sino que actuaba de forma conjunta en todo el Continente, lo que le permitía tomar medidas globales tan terribles como la supresión absoluta de los paraísos fiscales, la sanción de las actividades especulativas o la imposición de aranceles a las importaciones de países donde los trabajadores son tratados como esclavos.

Pero ya les digo, la pesadilla se ha convertido en un sueño de hadas, donde gobierna quien tiene que gobernar y donde en el PSOE se discute lo que se tiene que discutir, que no es otra cosa que lo que siempre ha sido: ¿Y ahora quién manda?. Feliz Navidad.