Con una participación electoral de cerca del 80% de los ciudadanos llamados a votar –un porcentaje algo menor que en la convocatoria anterior, pero en cualquier caso muy elevado-, estas elecciones presidenciales demuestran, en primer lugar, la buena salud democrática de la sociedad francesa. Demuestran también el amplio y muy heterogéneo rechazo a la política ultraliberal de Sarkozy y a su cada vez más notoria sumisión a las imposiciones de Angela Merkel. No obstante, lo más importante de estos resultados es que la segunda y definitiva vuelta será una confrontación abierta entre derecha e izquierda, con dos proyectos políticos muy diferenciados. De ahí que los restantes candidatos de izquierda –desde Jean-Luc Mélenchon, con su 11,1%, hasta los más minoritarios como Eva Joly, con su 2,3%, o Philippe Poutou, con su 1,2%- se hayan apresurado a dar su apoyo público inmediato al candidato socialista. Pero Hollande no se conforma con estos apoyos y convoca a todos los ciudadanos que apuestan de forma inequívoca por el cambio. Un cambio que el propio candidato socialista afirma que no debe afectar únicamente a Francia sino también a toda Europa, como corresponde a un mundo como el actual.

Los primeros sondeos realizados después de conocerse los resultados de la primera vuelta predicen ya una victoria clara de Hollande sobre Sarkozy en la segunda vuelta del próximo 6 de mayo, con una diferencia que oscila entre los ocho y los doce puntos, esto es por 54% a 46% e incluso por 56% a 44%. En esta primera vuelta la suma de los votos del conjunto de la izquierda es de cerca de un 44%, mientras que la derecha no llega ni al 40%, con poco más del 36% de los votos.

La incógnita está en el destino final del voto ultraderechista del Frente Nacional de Le Pen, que según todos los sondeos sólo en un 45% irá a parar a Sarkozy, mientras que el resto puede ir tanto a la abstención como incluso a favor de Hollande, como expresión de rechazo hacia la deriva ultraliberal de Sarkozy. Una deriva criticada también por gran parte del electorado del centrista François Bayrou, que hace prever que no todo su 9,1% de votos vaya a parar en segunda vuelta a Sarkozy, que hasta el 6 de mayo se verá obligado a derechizar aún más su discurso para atraerse el voto ultraderechista y xenófobo de Marine Le Pen, aunque ello le distanciará todavía más de buena parte de los votantes centristas de François Bayrou. Ni Le Pen ni Bayrou han dado aún su apoyo a Sarkozy en la segunda vuelta, y es difícil que lo hagan de modo público

La derrota electoral sufrida por Nicolas Sarkozy ha sido muy clara. No sólo se ha visto superado ya en primera vuelta por el candidato socialista sino que ha perdido más del 4% de los votos respecto a la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2007, en las que obtuvo el 31,2% de los sufragios y, como ya he señalado, es el primer candidato a la reelección que no ha vencido en una primera vuelta y que parece condenado a la derrota en la segunda. El impacto de la gran crisis económica global, que hasta ahora había castigado en especial a la izquierda en varios países europeos, comienza ahora a castigar también a la derecha. Renace la esperanza en las izquierdas europeas.

Jordi García-Soler es periodista y analista político