La ley electoral que tenemos,  que se encarga de que el bipartidismo sea prácticamente infranqueable,  garantiza que esto es cosa de dos, siempre de los mismos dos. De ahí que cuando pierden estrepitosamente la necesidad de refundarse o de cambiar radicalmente sea relativa.  Ahí está el PP que ha hecho una oposición nefasta y que ha hecho una campaña aun peor, sin decir nada, y aun así ha arrasado. Ahora en el Gobierno las cosas no van a mejorar por ahora sino que vienen tiempos mucho peores, nuestras condiciones de vida van a empeorar drásticamente y entonces, tarde o temprano, el PP perderá, y volverá el PSOE, porque no hay otro. Además, y para ayudar un poco, el PSOE en la oposición podrá decir que va a hacer lo que no ha hecho mientras gobernaba y lo que no hará cuando gobierne.

La crisis la pagan los gobiernos que están en el poder, sean del color que sean y entonces viene el partido de la oposición,  que suele parecerse tanto que a los dos días ya parece el mismo. En estas condiciones, ¿para qué va a cambiar radicalmente el PSOE? Para nada. Esa es la verdad. Quisiera llamar la atención sobre el hecho de que con todo lo que el PSOE ha dicho en esta campaña electoral, con todas sus promesas, con un programa electoral hecho a la medida de las necesidades de lo que creían que quería su electorado, lo que sin embargo no se ha considerado en ningún momento incluir, ni plantear, ni discutir, es nada relacionado con la regeneración democrática, con una mayor participación, con favorecer la representación política del pluralismo que existe en la sociedad, con fortalecer los cauces democráticos en un momento en el que todos y todas percibimos claramente que ese es uno de nuestros principales problemas, cuando no el problema. Un problema no sólo español sino también europeo, pero por algún sitio hay que empezar.

El problema no es que Rajoy tome o deje de tomar decisiones para las que está legitimado porque ha ganado ampliamente, el principal problema es que va a hacerlo “obligado”, no ya por Merkel sino mucho peor,  por las agencias de calificación, unas empresas privadas cuyo único interés y razón de existencia es el beneficio, a costa de lo que sea. Estas agencias marcan el paso, deciden y exigen a los gobernantes que tomen las medidas adecuadas a sus intereses, no a los nuestros, de la ciudadanía. Y los gobernantes europeos toman nota. Y si no la toman con la presteza necesaria y se entretienen con sus cosas se les echa, como se ha hecho con Papandreu o Berlusconi y se pone en su lugar a sus empleados (a los empleados de las agencias).

Si la clase política (y está claro que a la derecha no le interesa porque al fin y al cabo los intereses financieros son sus propios intereses) sigue creyendo que puede seguir sin decir nada acerca de la pérdida de legitimación democrática que estamos padeciendo en todas las instancias, está equivocada. Si seguimos así esto se terminará rompiendo por algún lado.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)
http://beatrizgimeno.es