Mientras media España discute sobre el beso robado de Rubiales a Hermoso, el comportamiento y la actitud impresentable de quien aún preside la Federación Española de Fútbol, mientras los efectos tremendos en coste de vidas humanas y daños materiales de la DANA son oscurecidos por el falso debate sobre las predicciones de la AEMET por parte de algunos eximios e ilustres científicos del clima y la meteorología, como Martínez Almeida y Moreno Bonilla, una gran parte de la ciudadanía asiste tan asombrada como perpleja al eclipse total de Núñez Feijóo.

Ha sido Feijóo quien ha forzado la máquina al máximo para llegar a su cita con Felipe VI con más votos comprometidos en su investidura que Pedro Sánchez. UPN, entregada de antemano como era de esperar; Coalición Canaria cogida con el gobierno de coalición que le sustenta en el archipiélago – donde, por cierto, no vale nada el axioma de que debe gobernar la lista más votada – invocando una etérea “agenda canaria” que vale tanto para un roto como para un descosido, y, por último, pero no lo menos importante, VOX, con su ofrecimiento gracioso e incondicional de apoyo al PP a cambio de la coalición mil veces negada en Murcia, y de la asunción de muchos de los criterios y las políticas de la ultraderecha en materias muy sensibles, como la violencia machista y la educación. Se permiten hablar de adoctrinamiento ideológico en las escuelas quienes apuestan por y apoyan financieramente a las únicas escuelas que adoctrinan en España, las concertadas y privadas, quienes se oponen sistemáticamente a educar en los valores y principios constitucionales y de ciudadanía, de la Declaración de los Derechos Humanos y de la comunidad científica; esos que pretenden implantar el cheque escolar para culminar su política de privatización de la enseñanza.

En esto que llega Puigdemont y pone sobre la mesa su oferta de condiciones para negociar una hipotética investidura dirigida expresamente tanto al PP como al PSOE. ¿Qué ha respondido Feijóo? Después de haber anunciado unas próximas conversaciones con el partido del expresident, del que todo el mundo sabía – Feijóo incluido – que iba a poner la amnistía como cuestión esencial para cualquier acuerdo de investidura, y tras algunas muestras de incomprensión y desacuerdo de dirigentes varios del PP, Feijóo ha decidido  suspender las previstas reuniones con los independentistas catalanes. Ahora, terminada una primera ronda con algunas fuerzas políticas pretende emplazar al PSOE de nuevo para hablar, ahora, sobre “el encaje de Cataluña”, como si fuera el PSOE el que debe anticipar una posición negociadora que no tocará abordar mientras no le corresponda presentarse a la investidura. En mi tierra a eso se le llama “marear la perdiz”.

Porque antes de todo eso el dirigente de la derecha debe aclarar no tanto qué responde a la propuesta de Puigdemont como cuál es su propuesta para Cataluña, porque es él, por su empeño personal y político y con la cooperación necesaria del Rey, quien se ha puesto en el foco y la obligación de intentar una investidura que todo el mundo considera inviable. Es Feijóo quien debe decir a la ciudadanía qué ofrece como estrategia para abordar el problema, y no limitarse a criticar las hipotéticas decisiones que Pedro Sánchez abordaría en el caso de presentarse a otra investidura. ¿Llevaría a cabo la misma política que Rajoy, con miles de miembros de las fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado en las calles como única respuesta al independentismo? ¿Permitiría de nuevo un referéndum ficticio sobre una no menos ficticia independencia de Cataluña subrayando hasta el infinito un riesgo de ruptura de la unidad de España que nunca existió realmente? ¿Qué opina sobre el uso de las lenguas cooficiales de España en las Cortes Generales? ¿Propone alguna serie de medidas para facilitar la convivencia en Cataluña y la mejora de su autogobierno en el marco de la Constitución? ¿Cuáles, en qué ámbitos: en el institucional, en el económico, en el cultural? O, por el contrario, ¿se plantearía un proceso de recentralización de competencias en materias tan sensibles como la enseñanza de la lengua propia o las policías autonómicas, o algunas otras como propone su socio preferente?

En otros terrenos de la política que importan y mucho a la gente, tampoco ha ofrecido el dirigente del PP ninguna propuesta creíble y concreta: ¿significa la sostenibilidad del sistema de pensiones su congelación en la práctica, como hizo Rajoy? ¿La viabilidad del sistema nacional de salud la basa en una apuesta decidida por la sanidad pública, o esconde profundizar en la privatización de la demanda para privatizar la oferta? ¿La regeneración democrática implica la pronta renovación del máximo órgano de gobierno de los jueces, que tiene paralizada desde hace cinco años? ¿El pacto nacional del agua, como en Andalucía con Doñana y en Murcia con el Mar Menor, se va a basar en el principio de “agua para todos”, aunque no la haya, en contra de los criterios científicos de sostenibilidad de nuestros escasos  recursos hídricos?  ¿Por qué no habla de todo esto Feijóo?

De todo eso y a todo eso debe responder quien dice aspirar a obtener la investidura de la mayoría del Congreso de los Diputados, en lugar de esconder la cabeza, mirar solo hacia Pedro Sánchez y escurrir el bulto. Le toca a él, si es que sabe y puede hacerlo, ofrecer una oferta al conjunto de las fuerzas políticas para recabar su apoyo. No lo ha hecho hasta ahora, y eso tan sólo puede significar una cosa: que es incapaz de hacerlo, porque ni sabe hacerlo, – acostumbrado a las cómodas mayorías de su  Galicia – ni puede, porque no tiene mimbres ni talla política para ello. Las españolas y los españoles tenemos derecho a saber qué propone la derecha, necesitamos saber qué nos ofrece Feijóo. Salvo que, al final, poco antes del debate de investidura previsto, en otro fraude más, Feijóo desista. Cosas más extrañas se han visto.