Y es imposible, porque los términos en los que se debería mover el debate están siendo prostituidos. Vamos a ver: si la izquierda progresista tiene unas concepciones sobre la formación ciudadana o cívica, diferentes a las que tiene la derecha conservadora, no tiene nada de anormal, es lógico, nadie tiene que extrañarse, ni acomplejarse, ni ocultarlo. Es parte de la educación ciudadana o cívica, aceptar las ideas de quien no piensa de la misma forma. Se llama tolerancia.

Pero tampoco debe ser el obstáculo que impida llegar a un consenso sobre el contenido de la asignatura. Si ambas partes tienen como objetivo último, -que deberían tenerlo-, la mejor formación humana de los futuros ciudadanos, los contenidos y los caminos para lograrlo deberían ser secundarios. Es más, se podían recoger la mayor parte de ambas posiciones, aunque sean ideológicas. Seguro.

El debate se hace imposible cuando se quiere defender una ideología, sin decirlo abiertamente. Dice la derecha que “Educación para la Ciudadanía” es inaceptable porque pretende ideologizar a los alumnos, y pregunto yo: ¿Es que la propuesta del nuevo gobierno del PP no es ideología pura y dura? Priorizar la tolerancia hacia todas las formas de concebir la convivencia es adoctrinar, -según la derecha-. Y, suprimir del contenido toda referencia a la homofobia, a la pobreza, o a la desigualdad, ¿no es adoctrinar? Mucho me temo que el problema de la derecha es impedir a toda costa posiciones diferentes a las suyas, con el pretexto de ser imparciales. Y no lo son. Es sencilla y llanamente: “borra lo tuyo para escribir lo mío”. “Sólo lo mío”.

Julio García-Casarrubios Sainz

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