Vox juega a policía bueno - policía malo con el PP. En ocasiones, mesurado y comedido para, a continuación, pasar a la fase dura. Allí retira el apoyo y amenaza con dejar a los de Casado tirados en el laberinto político madrileño… o en el que se tercie. Madrid es ahora el centro de la enorme pelea de gallos organizada entre estas formaciones. El tercero en discordia, Ciudadanos, goza de las ventajas de llegar al poder gracias a su socio de extrema derecha, con el que niega haber pactado. Cuanto cinismo.

Vox pretende mando en plaza en el Ayuntamiento de Madrid y no se corta en amenazar a sus compañeros de viaje (y por lo que se ve, de ideología) diciendo que impedirá que la derecha gobierne en la comunidad madrileña si no le dan lo que quiere. Han pasado solo un par de semanas desde las elecciones, y ya se ve venir lo que será el gobierno de aquellos entes públicos en los que Vox esté presente: enfado de Vox, amenaza, concesión de PP y Ciudadanos, y vuelta a empezar.

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A Pablo Casado no se le ve incómodo con esta situación. Aborda la irritación de Santiago Abascal con premura y por lo que se ve, al transmitirle el chorreo al líder naranja, este lo lleva con más dificultad.

No olvidemos que Ciudadanos se suponía una opción de derecha moderada, o de centro incluso, a la que votan ciudadanos que no ven mal, en absoluto, apoyar a los socialistas, y que incluso lo pueden ver mejor que aupar al PP. Y ni que decir de colaborar para que la extrema derecha tenga mando en plaza en cualquier administración de nuestro país. A Albert Rivera se lo han dicho por activa y por pasiva, desde dentro de su propio partido, como fue el caso de Manuel Valls –aunque era independiente dentro de la formación naranja, hasta que le bajaron el pulgar-, e incluso desde el grupo político que encabeza el presidente francés, Emanuel Macron: con la extrema derecha no se pacta.

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No parece que tales avisos hagan mella en el tozudo Rivera, que busca subterfugios semánticos para negar la mayor. Afianzándose en esta actitud, Rivera se va despojando de su credibilidad política. Del mismo modo se va descubriendo su pensamiento real: parece que no le interesa el bien de los administrados; ni hacer ciudad o mejorar la vida en la Comunidad en la que tiene que gestionar. Solo parece inquietarse por estar a bien con sus socios y lograr sillones.

Llegados a este punto, cabe preguntarse qué le debe Ciudadanos al PP, para tener que soportar este trágala indeseable. O qué lazos indisolubles unen a Rivera con Casado, para someterse de tal manera a los designios de Vox, que está dejando claro quién manda.