Ante el inminente peligro de que el PP y Vox lleguen al gobierno, la izquierda parece que comienza a desperezarse, según se deduce de las últimas encuestas. Escribo peligro y no posibilidad, porque para las personas de izquierdas, la llegada al poder de la derecha es mucho más perjudicial que cuando ocurre el caso contrario.

La inmensa mayoría de las leyes y normas aprobadas por gobiernos progresistas defienden derechos de minorías, que en nada perjudican a las mayorías sociales, u otorgan libertades que no son de obligado cumplimiento para quien no quiera beneficiarse de ellas. En la mayoría de los casos está meridianamente claro, como en el caso de la ley del aborto que no obliga a nadie que no quiera a interrumpir su embarazo; lo mismo ocurre con la ley del matrimonio homosexual, que en nada afecta a quien desea casarse con una persona de otro sexo o con la ley de la eutanasia que, como es evidente, ha de contar con la conformidad del enfermo, además de la aprobación por parte de un juez.

En otros casos puede parecer más complicado, pero siempre está en manos del ciudadano poder ejercer o no el derecho aprobado. La subida del salario mínimo, por ejemplo, no me cabe duda de que aquellos trabajadores que estén en contra de esta medida harán enormente feliz a su empleador pidiendo una reducción de salario. La subida de las pensiones, seguro que los jubilados que consideren que no se la merecen pueden devolver el dinero a la Seguridad Social o donarlo a quien consideren oportuno. El tope del gas, que ha conseguido que tengamos los precios de la energía más bajos de Europa, pues verán que alegría le dan a Endesa, Iberdrola, Naturgy o quienquiera que sea su compañía, cuando reciban el abono por su parte con la cantidad que consideren que no debería estar rebajada.

Incluso las mujeres del PP o VOX que estén convencidas de que no existe violencia machista, pueden renunciar a las leyes que aumentan su protección simplemente no denunciando a su agresor. Algo similar ocurre con la Ley de la Memoria Democrática, si usted sabe donde están enterrados sus antepasados o no lo sabe pero no le importa, nadie le obliga a buscarlos por las cunetas de nuestras carreteras. Que haya inmigrantes no obliga a ningún empresario a contratarlos, puede nutrirse del mercado nacional de trabajadores. Y si le falta mano de obra estoy completamente convencido de que no le van a faltar españoles de pura raza, como los de Desokupa, que se ofrecerán voluntarios los fines de semana para coger fruta o tomates a más de 40 grados, por el mismo precio-hora que ofrecen a los extranjeros.

Sin embargo, si gana la derecha extrema, que es la que nos ha tocado en este país, usted verá limitado su derecho al aborto, independientemente de lo que piense; no podrá acogerse a una muerte digna, por mucho que usted lo suplique o le prohibirán casarse con una persona de su mismo sexo si así lo desea. Su salario mínimo podrá bajar, aunque usted siga trabajando lo mismo; su pensión no se revalorizará con el ipc, aunque usted crea que es lo justo; le subirá el precio de la electricidad según le convenga a su compañía, pese a que usted esté convencido de que le están robando. Le impedirán poder seguir buscando a sus antepasados y darles un entierro digno y, si es inmigrante seguirá trabajando,  no lo dude, es imposible que el país funcione sin mano de obra extranjera, pero la explotación a la que lo someterán se le hará insoportable.

Puede que a usted no le gusten Lope de Vega o Virginia Wolf, un gobierno progresista jamás le obligará a ir al teatro o a leer sus obras, pero si le gustan y quien gobierna es el PP y VOX ya sabe que le pueden prohíbir su acceso a estos autores y a cuantos consideren peligrosos para su idea de moral. Aunque, para compensar, seguro que tendrán ayudas estatales para ir a los toros o al teatro a disfrutar con los Mellizos, ese dúo de sesudos intelectuales formado por Bertín Osborne y Arévalo.

Ya ven que lo que para la gente de derechas no son más que unas elecciones que en muy poco van a cambiar sus vidas, para las personas de izquierdas se convierten en algo vital. Aunque me temo que hay muchos que aún no se han dado cuenta de ello.