La La Unión Europea parece decidida a salir en defensa de las abejas. En las próximas semanas se espera que la Comisión prohíba el empleo de los famosos insecticidas neonicotinoides acusados de provocar el descenso de las colmenas en nuestros campos. 

Pese a la dificultad de establecer una cifra aproximada, los científicos estiman que solo en Europa ese descenso podría fluctuar entre el 20% y el 40%. En Inglaterra la producción de las colmenas se ha reducido a la mitad en los últimos cinco años, en Francia la caída supera ya el 40%, mientras que en España ronda el 30%.

Entre las causas de su declive están la expansión de determinados ácaros como la varroa, la mecanización agraria, las graves sequías y especies invasoras como la avispa asiática. Pero los insecticidas son el principal factor de la desaparición de las abejas.

La situación es perfectamente seria, por eso es necesario poner en marcha medidas concretas que faciliten su recuperación. Y una de las más urgentes, recogida por la organización ecologista Greenpeace en su informe “El declive de las abejas”, es la eliminación de los insecticidas que afectan a las colmenas.

La Unión Europea prohibió el año pasado el empleo de cuatro de los productos más comunes, de la familia de los neonicotinoides, pero a pesar de estar científicamente demostrada la causa/efecto, este veto fue solo temporal. Ahora se espera que su prohibición sea inmediata y de carácter definitivo. Algo que, además de contribuir a la recuperación de estos insectos que tantos servicios prestan a los ecosistemas y los cultivos, sería una excelente inversión económica.

La FAO alertaba de que más del 70% de los cultivos que proporcionan el 90% de la alimentación mundial dependen de la polinización de las abejas

La FAO (Organización de las de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) alertaba recientemente de que más del 70% de los cultivos que proporcionan el 90% de la alimentación mundial dependen de la polinización de las abejas. Según el estudio de Greenpeace, que emplea para sus cálculos los mismos estándares que la FAO, la producción de kiwis, calabazas, calabacines, melones o sandías, entre otros, descendería en un 90% si las abejas siguen desapareciendo.

La polinización de estos insectos también es la responsable del 40% y el 90% de las cosechas mundiales de níspero, membrillo, manzana, melocotón, almendra y nectarina. Por eso un descenso crítico de la población de abejas tendría también un efecto catastrófico en sector agrario español, pues nuestro país es el primer productor mundial de almendra, el tercero de fresa y el cuarto de melocotón y nectarina.

Para ello, y además de exigir la prohibición inmediata de los insecticidas que afectan a las abejas, Greenpeace reclama que se aumente progresivamente la superficie dedicada a la agricultura ecológica en España hasta llegar a los 7,6 millones de hectáreas en el 2020.

Según la organización ecologista se trataría de mejorar la conservación de los hábitats naturales y seminaturales en el entorno inmediato de las explotaciones agrícolas y de aumentar la biodiversidad en los campos de cultivo.

Un pacto con la naturaleza desde la agricultura sostenible para contribuir a la recuperación de las poblaciones de abejas, mariposas y el resto de especies polinizadoras que vienen prestándonos un servicio activo desde hace más de doce milenios. Unos servicios que, según la Fundación Biodiversidad, estarían valorados en unos 250.000 millones de euros al año. . En las próximas semanas se espera que la Comisión prohíba el empleo de los famosos insecticidas neonicotinoides acusados de provocar el descenso de las colmenas en nuestros campos.