Viernes por la mañana. Adrián Lardiez, redactor de ELPLURAL.COM, propone en Twitter que el nuevo himno del Partido Popular sea la banda sonora de Narcos, la popular serie de Netflix. Yo le respondo que la idea es fantástica porque ya trae de fábrica la versión latina, con lo que Jorge Moragas podrá ahorrarse horas de arreglos merengones. Nos reímos, qué duda cabe, pero en el fondo queda un poso de culpabilidad.

Son chistecillos sanos, qué duda cabe. A fin de cuentas, el humor es una herramienta para afrontar el drama, sobre todo cuando el drama es sobrevenido. Hay tragedias que vienen dadas y ante las que el cerebro puede reaccionar atando cabos que no existen -el germen de todas las religiones- o sobreponiéndose con la sonrisa. Pero hay tragedias que tienen explicaciones claras y ante las que duele solo poder enfrentarlas con tuits más o menos ingeniosos.

El origen de nuestros tuits está en el miércoles, cuando uno de los mayores narcotraficantes de nuestro país, Laureano Oubiña, aprovecha su permiso penitenciario para presumir de que tiene pruebas de haber financiado durante años al partido que hoy gobierna nuestros designios. Una confesión que haría temblar los cimientos de cualquier democracia pero que en España sólo da para un par de tuits.

La única reacción llega con 48 horas de retraso. Unidos Podemos va a solicitar que Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijóo comparezcan en la comisión de investigación, junto a los traficantes, para que expliquen la presunta narcofinanciación de su partido. Eso sí, lo hacen en el Senado, donde el Partido Popular tiene mayoría absoluta, en lugar de en el Congreso, donde podrían forzarla. La iniciativa nace muerta de antemano, pero dará a Podemos la posibilidad de criticar de forma vocinglera en redes sociales y tertulias la negativa del PP a explicar semejantes acusaciones. Titulares fáciles, pero ninguna consecuencia. The show must go on.

Visto en perspectiva, quizás tampoco habría valido de nada. Como en los anuncios de los dentistas, cuatro de cada cinco tesoreros del Partido Popular han sido imputados por asuntos vinculados con la corrupción. Pero son citados en la comisión de investigación del Congreso, y emulan a los tres monos sabios, con la única sapiencia factible para escaquearse: el que no está sordo, se hace el mudo o va de ciego.

La tragicomedia española sigue rodando: el presidente del Gobierno y el presidente del Senado, citados por la Justicia por culpa de la corrupción; al nuevo jefe de la Fiscalía Anticorrupción le entran a robar en su casa mientras jura el cargo, suceso que empieza a parecer un ritual de iniciación para fiscales; la oposición pregunta a Rajoy por cuánto nos cuesta la corrupción de su partido, y él señala a un punto en el mapa a 7.000 kilómetros de aquí; los obreros mueren asados bajo la ola de calor y ya van 202 en los primeros cuatro meses del año, sin que nadie se escandalice.

Ya lo dijo Manolo Escobar, que en España “la vida tiene otro sabor”. Amargo, cierto es, pero ante eso, de momento, reíd, reíd malditos.