Si habéis prestado atención a Twitter y a los muros de Facebook, habréis conocido al menos dos de las campañas a través de hashtags que se han realizado como respuesta a lo ocurrido con el productor Harvey Weinstein, culpable de (incontables) casos de acoso sexual, de los cuales habían sido víctimas actrices muy famosas (entre otras mujeres igualmente importantes a tener en cuenta). Mediante el hashtag #metoo, el conflicto bajó de la esfera hollywodiense para desplazarse a Twitter gracias a la usuaria Tarana, que animaba a las mujeres a compartir el hashtag si habían sido (también) víctimas del acoso sexual por parte de un hombre que se aprovechaba de una posición de superioridad (como en el caso de Weinstein). A través de lo que se conoce como "empoderamiento por empatía" muchas mujeres en el mundo no solo reprodujeron el hashtag, sino que compartieron detalles de experiencias que ellas mismas habían sufrido. Y, así, se convirtió en una campaña viral.

No por ser mujer debes participar

Y no lo digo porque tal vez no se haya sufrido violencia sexual. Para nada. De hecho difícilmente me puedo creer que exista alguna mujer en nuestra sociedad más cercana (por no irnos a otros casos) que no haya sido víctima en algún punto. No necesariamente debe haber sido un acto de crueldad, algo intencionado y meditado o algo llamativo. Lo peor de todo es que ocurre, lo vemos y ni siquiera somos capaces de analizarlo como un problema. Simplemente lo asumimos. Por ello es importante el #metoo, porque destapa el artificio de lo que hemos asumido sin preguntarnos y muestra la realidad como es. Pero no por ello las mujeres tenemos que compartirlo. Las víctimas no le deben su historia a nadie. Es algo tremendamente personal e íntimo y hay que entender sin rechistar que las personas no nos deben su vulnerabilidad ni sus historias. El problema de este hashtag es que, una vez más, posiciona a las mujeres como víctimas que solo pueden denunciar a través de las redes sociales pero que, a efectos prácticos, no pueden impulsar ningún cambio. A través de este hashtag nos quedamos ahí donde ya estábamos, sin que haya un planteamiento nuevo al problema. Sí, existe la violencia hacía la mujer. Lo sabemos. ¿Pero tenemos igualmente asumido que esa violencia se alimenta de la complicidad del silencio de todos?

¿Y los hombres?

Ha habido una respuesta masculina tan viral como peligrosa. Como- supuestamente - apoyo al #metoo, por las redes empezó a circular un manifiesto bajo el hashtag #Ihavetoo y #Iwill en la que los hombres reconocen, en un principio, haber sido parte de problema y prometen dejar de serlo a cara del futuro. En la época actual hemos reducido la rendención a un hashtag que tal vez no sea tan perfecto como nos creemos. Primero de todo, una campaña de hombres como esta en respuesta a la campaña impulsada por mujeres no consigue otro efecto que invisibilizar la segunda campaña a través del cambio de foco de atención. Lo que en un principio es un espacio seguro en que las mujeres pueden contar sus historias, acaba convirtiéndose en un portal en que los hombres, una vez más, se ven obligados a aclarar que no son tan malos, que a pesar de todo tienen humanidad. Corre peligro de convertirse en el #notallmen del que cree que ha leído tanto sobre feminismo que te puede explicar como hacerlo (un clásico mansplaining). Y así es como el protagonismo cambia y el movimiento empoderador acaba siendo eclipsado por unas disculpas que no hemos pedido. Porque no, las mujeres no necesitamos disculpas en forma de grandes discursos posteados en Facebook. Necesitamos ver el cambio. Necesitamos que se nos escuche de verdad, sin que un hombre nos vaya a interrumpir con otra campaña. Porque cuando sale un #Ihavetoo es restarle importancia a algo que olvidamos fácilmente: todos, todos, todos hemos sido parte activa (aunque no necesariamente consciente) de la violencia. Todos vivimos en la misma sociedad bajo las mismas reglas. Incidir en ello es ser redundante, pretendiendo explicárselo al tonto de la última fila. Ya lo han denunciado las víctimas, ya debería bastar. Sin embargo, seguimos asistiendo a la misma función de siempre. ¿Podemos aceptar de una vez que la violencia existe? Entonces, podríamos avanzar en el conflicto: aceptar la complicidad, la espiral de silencio y trabajar para que deje de producirse. Porque de los hombres, las mujeres no necesitamos un mitin electoral, necesitamos un cambio local, una ayuda directa.   Para acabar, solo me queda decir que sí, #metoo. Yo también he sufrido esa violencia. Desde familiares a desconocidos, todos creyendo que tenían una posición superior respecto a mí. Pero eso ya sé que me ocurre a mí y a todas las mujeres, lo que necesito saber es por qué mis amigos callan cuando lo ven. Imagen de Mihaid Surdu para Pixabay en CC