Que le den a la sutileza: menudo follón que me haya pillado el confinamiento a los 23 años. No niego que lo sea para todo el mundo, pero a los 23 años aún no puedes disimular algunos resquicios adolescentes mientras intentas salir adelante como adulta y, la verdad, solo puedo decir que: afú.

En tus veinte es muy probable que el confinamiento te pille tirando a mal: con unas clases que nos sabes cómo van a acabar, en un trabajo precario, compartiendo piso con gente extraña, aún en casa de tus padres o en tan solo 25 metros cuadrados y sin luz natural. Además, desarrollando una cierta vergüenza hacia aquello que has hecho (tus vecinos empiezan a sospechar sobre cuánto vidrio puede tirar una persona cada dos días), pero sobre todo de aquello que NO has hecho:  has mirado vídeos de Patry Jordan pero no has hecho los ejercicios, no has horneado pan (por no haber hecho, apenas has hecho una tostada), no has encontrado el auténtico significado de tu vida y no has aplaudido ni un solo día a los sanitarios, por lo que si tus vecinos no te vieran tirar los botellines de birra, creerían que el piso está vacío.

A todo esto, súmale que el vértigo que da pensar en la vida post-Coronavirus. O en la vida en medio de la desescalada. O en la vida de la paranoia sanitaria o, sobre todo, en la vida en la que conseguir trabajo vuelve a ser un reto, en la que la economía se ha llevado un palo inmenso, en la que el día de la marmota vuelve a empezar, pero mil veces peor que la peli de Bill Murray. Es una sensación extraña regresar al 2008, pero en lugar de ser un adolescente que se preocupa por sus padres y por los padres de sus amigos, empezar a dudar sobre tu propia vida profesional y personal. Igualmente, siempre podría ser peor: con 23 años aún está socialmente aceptado que tengas que volver a casa de tus padres.  

Así que sigamos con este optimismo un poco perverso y digamos: todo saldrá bien (¿supongo?).

Y si todo tiene que salir bien, he empezado mi propia lista de buenos propósitos: actualizar mi CV, apuntarme a cursos gratuitos, reciclarme profesionalmente, apuntarme al gimnasio, querer más a mis amigos, escoger siempre el turismo nacional por encima del internacional.

Pero sobretodo, querré recuperar los bares de toda la vida, las panaderías, las librerías de barrio, los lugares que son nuestros a pesar de no ser hogares, los no lugares que nos atraen irremediablemente, los espacios liminales y los parques. Tal vez en estos dos meses no me he replanteado el propósito de mi vida, pero sí mis prioridades. A saber:

Beberme una cerveza con mis amigos. ¿Por qué nadie nos habla lo suficiente de la importancia de la familia que escoges? A los veinte se produce este momento tan dulce en el que piensas ‘con esta persona quiero pasar el resto de tu vida’ y no es que hayas encontrado el amor romántico, es que has encontrado una amistad de verdad. Cuando esto acabe, quiero encontrarme con esos amigos y amigas que me han cuidado y con los que, a través de videollamadas, he pasado esta cuarentena.

Recuperar la ciudad. Urbanita irremediable, se me hace incómodo no poder usar el transporte público, pasearme por cualquier parque de la ciudad, salir a descubrir pequeñas tiendas de barrio, tomarme un helado donde me dé la gana. Creo que, crecer, también es empezar a entender el entorno en el que vives y empezar a hacer tuyos estos lugares de paso: ¿cuántas veces habrás estado exactamente en el mismo vagón de tren? Ni idea, pero todos ellos se sienten un poco parte de tu vida.

Montar una fiesta. Bailar pegados. Besarme con quien me de la gana. Al final, los veinte son los veinte y una de las consecuencias del Coronavirus será la pérdida de estas espontaneidades tan íntimas, de los juegos, de las pruebas y de los aciertos por casualidad. Con esta situación tan marciana nos hemos acercado todos un poco más a nuestro entorno, pero tendremos que seguir separados un tiempo, por mi bien, por el tuyo y por el del resto. El Coronavirus nos va a limitar las malas ideas. ¿Perderemos las ganas? Creo que no, que las estamos guardando para disfrutarlo todo con mayor intensidad en cuanto sea sensato hacerlo.

Si antes las frase estrella era ‘¿tienes condón?’, ¿cuál será dentro de unos seis meses?