Estamos madurando como sociedad en igualdad de género, pero entre las brechas que quedan por cerrar, especialmente abierta está la del deporte femenino. Probablemente el fútbol se lleve la palma en la quema machista, aunque a estas alturas, su mayor desafío no reside en que las mujeres no lo hayan interiorizado como una actividad que seguir o practicar.

En España, a principios de los setenta, el empeño de un grupo de mujeres semiprofesionales, hartas de que el régimen de Franco las tomara a cachondeo, disputó, contra Portugal, el que se considera el primer partido de la selección española femenina. Iban enfundadas en una equipación sin escudo, pues no sería hasta los ochenta cuando la RFEF (Real Federación Española) reconocería como oficial al conjunto, que creció hasta escalar al tercer puesto de la Eurocopa a finales de los noventa, y en la década del 2000, empezó a saborear victorias como las de la Sub 18 en la UEFA, las de la Sub 19 en los Campeonatos Europeos o las de la selección absoluta, ubicada hoy en el puesto 15 del Ranking FIFA femenino, y midiendo estos días sus fuerzas en la Eurocopa 2017.

La testosterona del Real Madrid

Además, en muchos clubes se han ido abriendo paso equivalentes femeninos de los equipos, los seis más grandes son los dos catalanes (Barcelona y Espanyol), los dos vascos (Real Sociedad y Athletic de Bilbao), y los dos madrileños (Atlético de Madrid y Rayo Vallecano). Florentino Pérez aún regatea la opción de hacer saltar al campo un Real Madrid de goleadoras, y eso que ayudaría muchísimo. Además, las licencias federativas en fútbol femenino han pasado en España de 11.300 en 2003 a 40.606 en 2013, aunque apenas un 0,1% son profesionales, y este año, que ha sido el último del Estadio Vicente Calderón, el Atlético de Madrid de Féminas ha jugado allí dos partidos, y fueron 15.000 personas a verlo.

Otro cantar es la paridad. Según la RFEF, en 2014 había 89 hombres por cada mujer futbolista. Para Garanto, este reducto masculino está dentro de las características que nos han definido como sociedad, y los cambios vendrán por la educación, y se reflejarán primero en la sociedad y proporcionalmente en la práctica de los deportes. Entre tanto, es difícil no ver masculinización, incluso entre las jugadoras.

Un problema de visibilidad

Así las cosas, el gran problema del fútbol femenino es hoy de visibilidad, y a remolque de ella, de ingresos económicos, en un deporte donde el dinero lo generan las cifras de audiencias y patrocinios. Mientras que los jugadores masculinos forjan auténticas fortunas con sus derechos de imagen, más que con su juego, las femeninas a veces ni llegan a fin de mes, sudando los mismos 90 minutos en cada partido, pero lejos de los focos. Cuando se habla de deporte, siempre hay que distinguir entre el fútbol y los demás. Lo que en estos segundos no pasaría de ser una anécdota nimia, como un cambio de vestimenta o de alimentación, en el fútbol se convierte en un debate televisivo. Y así, el presupuesto mayor que tienen los clubes deriva de la venta televisiva de los derechos de imagen de sus jugadores, gracias al espectáculo que generan no solo en el campo.

El espacio que los medios dedican al fútbol femenino es raquítico. Tratan lo que les dejan según los poderes que hay detrás. Si se sigue haciendo seguimiento de calidad del deporte femenino es por el empeño de los periodistas. Para colmo, el lenguaje utilizado es tremendamente androcéntrico. “El trío de gorditas roza el milagro olímpico”, tituló sin vergüenza QS Quotidiano Sportivo en los Juegos de Río, o “La mujer de un línea de los Bears ha ganado hoy una medalla de bronce”, tuvo el descaro de tuitear el Chicago Tribune.

Iberdrola como punto de inflexión

En este contexto, según datos de la UEFA, en 2014 los presupuestos que los clubes españoles destinaron a sus secciones femeninas no fueron más allá de los 60.000 euros para todos los gastos de la temporada, muy por debajo no solo de las secciones masculinas, sino también de nuestros vecinos. No hay nada comparable con el desarrollo que hay en Estados Unidos, sostiene Garanto, donde el sistema propicia que la chicas practiquen fútbol desde edades tempranas, y donde las marcas llevan años explotando a nivel comercial a las referentes. La RFEF ha venido manteniendo un trato discriminatorio con el fútbol femenino por las razones que sean: objetivas, como pudiera ser un evidente retorno económico menor, o subjetivas, todas las que podamos imaginar.

Aunque hace algo más de un año, el estreno de Iberdrola como patrocinador oficial de la Liga de Fútbol Femenina significó un balón de oxígeno. A raíz del éxito que obtuvieron las mujeres en los Juegos Olímpicos de Río, consiguiendo, como en Londres, más medallas que los hombres, Iberdrola puso el ojo en ocho deportes femeninos, uno de ellos el fútbol, recuerda Del Río. Este impulso ha permitido empezar a emitir de manera regular los partidos de liga. Eso sí, en Movistar, y en paquete de pago, no en el básico. Y Kantar Media publicó en un informe reciente que solo un 24% los españoles ve la televisión de pago, reflexiona la periodista, que entre 2009 y 2011 intentó que se emitiera la liga femenina en abierto, en Teledeporte.

Techo de cristal

Es un espaldarazo alineado con la tendencia que, para Garanto, invita al optimismo desde unos años: no solo la Liga, UEFA y FIFA, sino también los propios clubes están cada vez más concienciados de cómo funciona el mercado, y se está trabajando cada vez mejor y veremos en los próximos años una gran evolución. Aunque, a su juicio, los círculos no siempre se rompen porque se quiera o se pelee, como se ha hecho durante décadas, sino cuando los poderes quieren. Además de en el campo y las gradas, otro frente que necesita mejorar son las cúpulas de las federaciones y clubes, superpobladas de hombres.