Una vez el progreso humano se hace a costa de los animales salvajes. Y una vez más, las perjudicadas son criaturas marinas, específicamente los cetáceos. En esta cuestión es la apuesta de la administración Trump de realizar prospecciones marinas con pulsos sísmicos de aire comprimido.

Burbujas bajo la superficie

El sistema no es sencillo pero, al parecer, sí efectivo. Unos cañones lanzan aire a presión hacia el fondo marino. Estas burbujas crean trenes de ondas. Estas ondas son reflejadas por los diferentes estratos de sedimentos del lecho marino. De esta forma se puede determinar qué hay bajo el fondo

Lógicamente, lo que andan buscando los chicos de Trump son depósitos de petróleo o de gas natural. Pero no solo la explotación de estas reservas pone en jaque la vida marina. 

Las especies de animales marinos como los cetáceos son especialmente vulnerables a estos sistemas. Primero por la posible presencia cerca de los cañones de aire comprimido. Pero sobre todo porque interfiere de forma muy relevante en sus sistemas de comunicación y de ecolocalización. Esta forma de relacionarse con el entorno es esencial para la supervivencia de especies como ballenas, cachalotes o delfines. 

Peligro para ballenas francas

Las organizaciones ecologistas están especialmente alarmadas por la situación que puede darse en el Atlático Norte. En esa zona, objetivo de las prospección con pulsos sísmicos, es uno de los últimos reductos de ballena franca. Según las últimas estimaciones, unos 450 ejemplares tienen allí su zona de alimentación y cría. 

Uno de los problemas es que estas ondas se desplazan decenas de kilómetros bajo la superficie marina. En concreto estiman que uno de estos pulsos puede afectar a la vida a casi 100 kilómetros de distancia. Otros expertos aseguran que la afectación es mucho peor, que puede llegar hasta más de 2.000 kilómetros.

Y todo eso antes de empezar a extraer petróleo del subsuelo marino.