Según Sasu Tarkoma, profesor de Ciencias de la Computación, estamos viviendo un cambio sin precedentes que afectará a múltiples sectores y actividades humanas, desde la creatividad hasta las industrias más técnicas.
Desde el principio, las tecnologías han sido vistas como herramientas para liberar tiempo y permitir a las personas concentrarse en tareas más importantes. Sin embargo, a medida que la Inteligencia Artificial asume cada vez más funciones cognitivas y creativas, surge la pregunta: ¿qué quedará para que los humanos hagan? La inteligencia artificial ya está capacitada para realizar tareas como leer, escribir, dibujar, componer música, y se espera que pronto se ocupe de áreas como la resolución de casos legales, el diagnóstico médico, la codificación y el diseño arquitectónico. Con este rápido avance, hay quienes temen que el uso excesivo de la IA pueda atrofiar nuestras habilidades cognitivas, de la misma manera que la tecnología ha reducido la actividad física cotidiana.
La inteligencia artificial ya está capacitada para realizar tareas como leer, escribir, dibujar, componer música...
No obstante, el investigador postdoctoral de filosofía práctica, Pii Telakivi, sostiene que el cerebro humano tiene una capacidad plástica que le permite adaptarse a los cambios tecnológicos. Históricamente, cada nueva herramienta ha transformado nuestras capacidades cognitivas sin necesariamente deteriorarlas. Por ejemplo, aunque Sócrates temía que la escritura dañara la memoria, la historia demostró lo contrario: la escritura mejoró la capacidad de pensar y recordar. Telakivi sugiere que la IA podría desempeñar un papel similar al ayudarnos a pensar de maneras nuevas.
Alertan para no depender de la AI
Aun así, advierte que es crucial no depender exclusivamente de la IA para nuestras capacidades cognitivas básicas. Las habilidades de pensamiento, como la memoria, el aprendizaje y la resolución de problemas, siguen siendo esenciales para el bienestar humano, y no se deben subestimar actividades aparentemente aburridas, ya que son fundamentales para el desarrollo cognitivo.
Si la IA asume el control total de estos procesos, podríamos enfrentar el riesgo de no ejercitar las partes del cerebro que los desarrollan.
El cerebro, al igual que un músculo, necesita estímulos para mantener sus conexiones neuronales fuertes. Mona Moisala, doctora en Psicología, resalta que tareas rutinarias o mentalmente desafiantes, aunque tediosas, son necesarias para el desarrollo cerebral. Los jóvenes, por ejemplo, necesitan practicar estas habilidades en los períodos más sensibles de su desarrollo cognitivo. Al delegar demasiadas tareas a la IA, corremos el riesgo de dejar que nuestros cerebros se "atrofien", similar a cómo la dependencia de aplicaciones de mapas ha reducido las habilidades de navegación de algunas personas.
Este desafío se extiende a todas las edades
Los adultos mayores, que necesitan mantener activas sus conexiones neuronales, también podrían verse afectados si no reciben suficientes estímulos cognitivos. Moisala señala que la idea inicial de que la tecnología ahorraría tiempo para dedicarlo a actividades significativas no ha sido del todo cierta, ya que muchas veces las tecnologías, incluida la IA, simplemente aumentan la carga de trabajo. Además, el tiempo libre a menudo es consumido por redes sociales y otras distracciones tecnológicas, lo que puede deteriorar la salud mental y la capacidad de concentración.
Uno de los mayores desafíos que plantea la inteligencia artificial es la confiabilidad de la información
Tarkoma advierte que la IA puede generar fotos y videos falsos con una calidad tan alta que resultará difícil distinguir lo real de lo falso. Esto podría erosionar nuestra confianza en lo que vemos y oímos, lo que lleva a una necesidad creciente de mecanismos de verificación y autenticación. De hecho, ya se han registrado casos de fraudes a gran escala, como un robo en Hong Kong en el que se utilizaron voces generadas por IA para engañar a un empleado bancario y robar millones de euros.
El desarrollo de la IA también plantea cuestiones sobre la equidad y la distribución de los beneficios. Según Tarkoma, los avances en inteligencia artificial pueden generar disparidades significativas en cuanto a habilidades y estatus económico, además de requerir grandes cantidades de energía para funcionar, lo que puede aumentar la demanda de fuentes de energía insostenibles si no se invierte en energías limpias.
El riesgo de la confianza excesiva en la AI
A nivel más humano, existe el riesgo de que la confianza excesiva en la IA para la toma de decisiones pueda hacer que las personas pierdan la confianza en sus propias capacidades de juicio. Telakivi plantea preguntas fundamentales sobre la relación entre humanos y máquinas: ¿controlamos la tecnología, o la tecnología nos controla a nosotros? Además, cuestiona si, al depender cada vez más de la IA, estamos renunciando a una parte esencial de lo que nos hace humanos: el esfuerzo cognitivo y la capacidad de comprender por nosotros mismos.
¿Controlamos la tecnología, o la tecnología nos controla a nosotros?
A pesar de estos riesgos, la IA también ofrece grandes oportunidades en campos como la investigación médica, donde los laboratorios automatizados pueden conducir a avances importantes. Sin embargo, como señala Tarkoma, estos beneficios no necesariamente se distribuirán de manera equitativa en la sociedad.
En última instancia, la IA tiene el potencial de transformar la sociedad y la humanidad en formas que aún no comprendemos por completo. Aunque puede mejorar nuestras capacidades en algunas áreas, también plantea desafíos éticos, sociales y cognitivos que requerirán una reflexión cuidadosa y una regulación adecuada para asegurar que se utilice de manera que beneficie a toda la humanidad. Como concluye Telakivi, debemos seguir buscando comprender por nosotros mismos, y no renunciar a la alegría de pensar, sea lo que sea lo que nos depare el futuro.
Fuente: Universidad de Helsinki Imagen de Gerd Altmann en Pixabay