Después de los eclipses y las estrellas fugaces, los cometas son el fenómeno estelar que cautiva nuestra imaginación y nuestro interés. Su forma de bólido espacial y la persistencia y cadencia fija de sus pasos, han figurado entre las obsesiones de los científicos desde que se conoce su existencia. De hecho fueron clave para determinar cómo era realmente el Sistema Solar: Por eso, cuando vemos uno morir no podemos evitar cierto sentimiento de pérdida.

Es lo que sucedió la pasada semana con uno de los cometas cuya órbita circula muy cerca del Sol, conocidos como Rasantes de Kreutz. En esta ocasión, ese rasante viajó demasiado cerca de nuestra estrella. Tanto que simplemente desapareció.

Es lo que mostró el especialista en este tipo de cometas Karl Battams en su cuenta de Twitter. En realidad, reprodujo imágenes captadas por el observatorio SOHO LASCO de la NASA, que monitoriza la evolución del Sol y todo lo que sucede a su alrededor.
 

Y este caso, los que sucedió es que uno de los cometas se acercó tanto que, como Ícaro, acabó destruido por el calor de la estrella. En realidad no es seguro de que el cometa fuera a impactar. Tampoco podría haberlo hecho. El inmenso calor que desprende el Sol simplemente vaporizó la roca helada voladora. 
 

Tan lejos, tan cerca

Battams aclara en su hilo que en cualquier caso el cometa no hubiera impactado contra la superficie solar, dado que viajaba a 700.000 kilómetros por encima. Y que en cualquier caso, dada la velocidad y tamaño del cometa, aunque hubiera ido en trayectoria directa, tampoco habría llegado nada hasta el Sol, pues habría sido evaporado mucho antes de caer. 

Además, en este caso, todos los indicios analizados a través de las imágenes parecen apuntar que se trataba de una enorme bola de hielo, no de un cometa con núcleo, por lo que si vaporización fue tenue, completa y prácticamente instantánea.