Pensamos que los grandes cataclismos geológicos son cosas del pasado. Del pasado muy remoto. De cuando la Tierra estaba en formación y todo eran volcanes colosales. Pero nuestro planeta es un ente vivo que no disminuye su actividad porque nosotros arañemos en la superficie

De abril a agosto

De hecho, este 2018 pasará a la historia como el año en el que se produjo la erupción volcánica más importante en veinte años. Vale, veinte años en escala geológica es una tarde, pero para nuestros parámetros sí es relevante. Porque durante esas dos décadas hemos tenido noticias de otras erupciones también bastante series. Así que ya podemos imaginarnos mejor la magnitud de la erupción del volcán Kilauea que afectó seriamente a la isla hawaiana en la que se encuentra.

No en vano, la emanación de lava y roca comenzó en abril y no bajó significativamente de intensidad hasta agosto. Durante esos meses, la caldera acumuló tanto material que terminó colapsando en el interior del cráter. También, la presión de la lava produjo una grieta de más de 6 kilómetros de largo por la que, en muchos puntos, se escapó lava del subsuelo. 

35 kilómetros cuadrados enterrados

Más tarde, en mayo, los movimientos tectónicos y la presión produjeron un terremoto de 6.9 grados. Esto creó un espacio entre placas por que le se deslizó roca incandescente a más de 100 metros cúbicos por segundo. Esta lava llegó a cubrir una zona de 35 kilómetros cuadrados

Todos estos datos y, evidentemente muchos más, son lo que han analizado los expertos del Servicio Geológico de Estados Unidos para concluir que la Tierra no había vivido un episodio similar desde principios del siglo XIX.

Por ello también concluyen que el análisis, con los aparatos y métodos modernos, va a brindar una ocasión inmejorable para estudiar el sistema volcánico que originó las islas Hawai y de ahí, conocer mejor cómo funcionan las dinámicas en el subsuelo terrestre.