Ahí están, agazapadas en el pescado o calamar crudo o semi cocido. Son larvas infectadas que, con mala suerte, ingerimos, y nos pueden provocan, por un lado, una enfermedad parasitaria una vez se desarrollan los nematodos anisákidos (gusanos) en nuestras paredes del estómago o del intestino, provocándonos síntomas como dolor abdominal, náuseas, vómitos… Por otro lado, el parásito puede desencadenar alergia, una reacción crónica de hipersensibilidad que afecta al sistema inmune.

La congelación adecuada y el tratamiento térmico destruyen el parásito, si bien las personas sensibilizadas al anisakis pueden mostrar síntomas a pesar de que se haya llevado a cabo una correcta congelación. En España, el país europeo donde más casos de anisakis se producen (su incidencia ha crecido desde los años 80), los restaurantes llevan doce años obligados a congelar el pescado. Ahora, un equipo que ha liderado el Centro Superior de Investigaciones Científicas ha desarrollado un estudio, publicado en la revista BMC Genomics, analizando dos de las tres especies de anisakis que son responsables de las infecciones, y que hacen que los pacientes que lo padecen sufran náuseas, dolor abdominal, diarreas y procesos alérgicos severos.

De los 509 alérgenos de origen alimentario registrados hasta el momento, -procedentes de animales o plantas– los investigadores del CSIC han encontrado, en las dos especies analizadas, las secuencias de proteínas correspondientes a 121 alérgenos de otros seres vivos.

Esto “podría explicar” los casos de sensibilización o reacción hacia otras alergias que sufren los pacientes infectados por el parasito, señala el CSIC en una nota, y los casos de personas que estando tratadas para otras alergias manifiestan síntomas similares cuando son infectados por anisakis.