En su nueva película, Los Tigres, el director Alberto Rodríguez vuelve a mirar al sur, a los paisajes industriales y naturales que tantas veces han sido el telón de fondo de sus historias. Esta vez, el cineasta se sumerge -literalmente- en el mundo de los buzos industriales, hombres que trabajan en condiciones extremas, entre el acero, el petróleo y el mar abierto, en una frontera tan peligrosa como desconocida.

Rodada en las marismas de Huelva, Algeciras y Alicante, la cinta combina acción y drama familiar, explorando la relación de dos hermanos enfrentados por la necesidad, el riesgo y la supervivencia en un entorno hostil. El resultado es un relato de tensión y humanidad que saca a la superficie una profesión invisible y una realidad social marcada por la precariedad.

Pregunta (P): Cómo surgió la idea de Los Tigres y en qué momento decidiste centrarla en la vida de los buzos industriales?

Respuesta (R): Nosotros empezamos un poco por el territorio. Yo veía siempre la petroquímica cuando iba de vacaciones a la playa y me parecía un espacio increíble: un lugar paradisíaco donde el hombre ha metido la zarpa. Ese contraste me fascinaba. Un día, en una visita, nos hablaron de unos buzos que trabajan en una monoboya a ocho millas mar adentro. No sabíamos ni que eso existía, así que fuimos a verlos y, en cuanto vimos cómo trabajaban, entendimos que ahí había una historia. Su vida es un thriller: cualquier pequeño fallo puede costarte la vida.

P: La película pone el foco en un oficio invisible. ¿Qué valor social crees que puede aportar?

R: No lo sé. Algunos de los buzos que conocimos están sindicados y me recordaban constantemente que hablara del coeficiente de reducción que tienen, porque se jubilan muy tarde para lo dura que es la profesión. Ojalá la película sirva para darles visibilidad y que la gente entienda la precariedad que viven, sobre todo por la exposición constante al peligro.

P: El paisaje de Huelva, las marismas, las zonas industriales… vuelven a ser protagonistas en tu cine. ¿Qué papel juegan esta vez?

R: Me sorprendía lo inédito del paisaje. En Huelva casi no se había rodado, y es visualmente potentísimo. Además, lo industrial está poco reflejado en el cine últimamente. Queríamos contar una historia con esa magnitud, con esa puesta en escena aparatosa, pero que al mismo tiempo fuera íntima: el drama de dos hermanos mezclado con una película de acción.

P: ¿Ha sido complicado equilibrar lo espectacular con lo emocional?

R: No. Mi esfuerzo durante el rodaje era recordar siempre que la verdadera película era la de los hermanos, no la de los buzos. Rodábamos en alta mar, con trajes de más de 20 kilos, pero lo importante era que los actores no perdieran el norte emocional de la historia.

P: Rodar en el mar debe haber sido un desafío enorme. ¿Cómo gestionasteis la seguridad?

R:Todo estaba muy controlado, con protocolos por si el barco se hundía, permisos de capitanía, equipos de apoyo en otros barcos… Las escenas submarinas las hicieron buzos profesionales. En las de piscina sí había actores, pero siempre con varios buzos de seguridad pendientes. Nunca pondría en riesgo a un actor de forma consciente. Al final, estamos haciendo una película.

P: ¿Cuánto hay de guion y cuánto de improvisación?

R: Mucho de guion. Lo que improvisábamos tenía que ver con las condiciones del día: el mar, la luz, el viento. Teníamos que adaptarnos, y eso también formaba parte de la planificación. Teníamos siempre un plan B.

P: En la película también hay una mirada social sobre el narcotráfico en el sur. ¿Qué te interesa mostrar de esa frontera entre necesidad y delito?

R: Creo que todo parte de la precariedad. Hay pueblos donde alguien puede ganarse la vida solo con tener un teléfono y avisar si ve pasar a la policía. Es dinero fácil, rápido y sin rastro. El problema es estructural: mientras haya prohibición y demanda, el fenómeno seguirá moviéndose. Y en Huelva, aunque no salga mucho en las noticias, está muy presente.

Los Tigres se estrena hoy en cines. Con un reparto encabezado por Antonio de la Torre y Bárbara Lennie, la película promete convertirse en uno de los grandes títulos del cine español del año: un viaje a las profundidades del mar y de la conciencia social.

Una historia sobre hermanos, riesgos y supervivencia que demuestra que incluso bajo el agua, la precariedad también respira.

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