El día de reyes de 1997, American Scientific publicaba un artículo firmado por Carl Sagan y Frank Drake en el que estos dos ídolos telescópicos -y profesores de Astronomía de la universidad de Cornell- afirmaban: “No puede haber muchas dudas de que existan en el universo civilizaciones más avanzadas que la de la Tierra”.

Entonces, la Humanidad llevaba medio siglo de búsqueda para resolver la gran pregunta: ¿Estamos solos en el universo? Ahora, ha pasado un cuarto de siglo más y seguimos sin respuesta.

Sagan y Drake se preguntaban si -al igual que hacían ellos- había otros seres inteligentes mirando al cielo nocturno desde diferentes mundos y haciéndose la misma pregunta.

El origen de la vida tiene una alta probabilidad de ser bastante común en el universo

Más que probable
Desde su punto de vista, “a partir de nuestro conocimiento del proceso por el que apareció la vida aquí en la Tierra, sabemos que procesos similares deben de ser bastante comunes en el universo. Dado que inteligencia y tecnología tienen un alto valor para la supervivencia, parece probable que formas de vida primitiva en planetas de otras estrellas hayan evolucionado durante millones de años y, ocasionalmente, desarrollado inteligencia, civilización y una alta tecnología”.

Y aunque hay quien considera que se trata de una coincidencia casi imposible, “el origen de la vida tiene una alta probabilidad, al menos en planetas con un abundante suministro de gases ricos en hidrógeno, agua líquida y fuentes de energía. Dado que estas condiciones son bastante comunes en el universo, la vida también puede ser algo común”, afirmaban.

Obsesión

No es de extrañar que la búsqueda de vida inteligente en otros planetas sea una de las obsesiones del ser humano. Una de las últimas iniciativas para impulsarla es la creación del Frontier Development Lab [FDL], que este año en su sexta edición se centra en “unir a equipos de investigación que utilizan la inteligencia artificial con otros que usan machine learning para resolver siete retos en las áreas de heliofísica, salud de astronautas, recursos lunares y ciencia de la Tierra”, según explicaron ayer sus responsables en su presentación.

El FDL es una iniciativa público-privada en la que participan la NASA y la Agencia Espacial Europea [ESA]. La lista de empresas participantes es extensa: Google Cloud, Lockheed Martin, la Agencia Espacial de Luxemburgo, Intel, Microsoft, MIT Portugal, Clínica Mayo, USGS y NVIDIA. El objetivo es potenciar la inteligencia artificial en los descubrimientos en ciencia y exploración espacial.

Tecnología para el espacio

El proyecto está liderado por el SETI Institute [instituto para la búsqueda de vida extraterrestre inteligente]. Esta entidad acaba de presentar también, junto al FDL, Spaceml.org, una herramienta de machine learning y comunidad de desarrollo para construir “la próxima generación” de aplicaciones de inteligencia artificial para la exploración espacial.

La herramienta permite una “rápida experimentación y reproductibilidad” y ha sido diseñada para “crear un puente entre el almacenamiento de datos, la compartición de código y el análisis en el lado de los servidores [en la nube]”.

Anunciar tu presencia puede llamar la atención de civilizaciones agresivas

Ya están aquí

Sin embargo, quizá estemos tan pendientes del cielo, que no estemos prestando atención a la presencia extraterrestre en nuestro propio planeta. Según John Gertz, presidente de la Fundación para la Inversión en Investigación en Ciencia para la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre y Tecnología, “puede que los alienígenas ya estén aquí”.

Pero no pienses en hombrecitos marrones con dedos que se iluminan ni bichos que se meriendan a la tripulación de una nave. Según Gertz, si están entre nosotros “es probablemente en forma de sondas robóticas”.

Según su análisis, para que una civilización extraterrestre pudiera entrar en contacto con otras, tendría que dedicar enormes esfuerzos a analizar millones de planetas potencialmente válidos para la vida, durante miles de millones de años. Además, “al anunciar su presencia a tantas estrellas, invita al desastre si alguna civilización es agresiva”.

Una estrategia mejor

Su hipótesis es que las sondas robóticas son una estrategia mejor. Dispositivos “relativamente simples” que vigilan sistemas solares emergentes, “por ejemplo a intervalos de 200 millones de años”. En el caso de sistemas estelares con planetas biogénicos, esa frecuencia podría incrementarse. Incluso, con sondas permanentes en planetas vecinos.

Una vez detectada actividad electromagnética artificial, lo que indicaría la existencia de una especie multicelular tecnológicamente inteligente, la sonda “intentaría descodificar la especie”. Es decir, tratarían de analizar nuestros idiomas, ciencia, matemáticas y cultura.

Pero el problema es que, si la sonda hubiese detectado señales de televisión en los años 50 y su planeta estuviese a 150 años luz, “una distancia modesta”, la sonda no recibiría instrucciones de contactar con la Tierra antes de 2250.

Gertz afirma que “los avistamientos por parte de pilotos militares de objetos que desafían todas las leyes de la aerodinámica (…) pueden ser ilusiones, fraudes o ilusiones ópticas”. Pero, de ser “avistamientos auténticos de alienígenas, debe de tratarse de sondas robóticas, más que naves pilotadas por seres biológicos”.