“Estas actividades empezaron a llamar la atención pública a principios de los años 2000, pero el reto ha adquirido mayor urgencia en los años recientes, a medida que grupos y movimientos como el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), la teoría de la conspiración Q-Anon y la campaña poítica #StopTheSteal (Detener el robo) han utilizado las redes sociales y otras plataformas virtuales para crear importantes efectos en el mundo real”.

Así describen Alexandra T. Evans y Heather Williams -investigadoras de Rand Corporation- la evolución del extremismo digital en los últimos años, en un estudio titulado How Extremism Operates Online (Cómo opera el extremismo en el mundo digital) que acaban de publicar.

Internet se ha convertido en una herramienta fundamental para este tipo de posturas

Así opera el extremismo digital

Para la mayoría de grupos y movimientos que defienden estas posturas radicalizadas, "internet continúa siendo una herramienta para mantener y expandir sus operaciones y para acumular el apoyo, conocimiento y recursos para forzar el cambio político en el mundo físico”, asegura el estudio.

Y señala que, “aunque la escala, sofisticación y frecuencia de la actividad virtual de este tipo de grupos ha cambiado a lo largo del tiempo”, existen algunos patrones comunes. En primer lugar, “prácticamente todos los movimientos extremistas hoy en día tienen alguna actividad virtual”.

Reconocen que el uso específico de internet que realizan es variado, pero este cambio al mundo digital “es un reflejo de la transformación de la sociedad durante las últimas dos décadas”.

Por eso, la red se ha convertido en una herramienta que les permite “llevar a cabo funciones operativas críticas a un coste menor o mayor escala”.

Estos grupos utilizan principalmente las mismas plataformas que un usuario medio

Como el resto

Las autoras advierten de que “los extremistas utilizan principalmente las mismas plataformas para los mismos fines que un usuario de internet medio”. Es decir, para comunicar, socializar, comprar y vender productos y acceder a información y entretenimiento.

De hecho, “la mayoría de esta actividad también se produce en plataformas generalistas que albergan contenido no extremista y podrían incluso contar con términos de uso que prohíben o restringen la compartición de material extremista”.

El documento asegura que “aunque existen comunidades digitales especializadas, la noción de un internet extremista separado es un mito”.

Muy probablemente adaptarán su uso de internet a las nuevas tecnologías

Innovación

Además, estos grupos “muy probablemente adaptarán su uso de internet a las nuevas tecnologías, según vayan estando disponibles y en respuesta a los esfuerzos contraextremistas”, advierte el informe.

Algo que ya han demostrado y que los convierte en “innovadores y rápidos en la adopción de tecnologías nuevas o poco populares”. El estudio destaca que saben “reconocer el valor del espacio digital” y “especialmente, su capacidad para superar las barreras geográficas y las inhibiciones individuales”.

Las claves: desplataformación y nuevas narrativas

Lucha

Las autoras también ofrecen las claves para luchar contra ese uso radicalizado de internet. Un objetivo que debe plantearse desde dos tipos de acción: la moderación y retirada de contenidos (conocida comúnmente como desplataformación) y narrativas a medida y campañas de comunicación estratégicas para “prevenir la radicalización, promover la resiliencia de las comunidades y ayudar a la desradicalización y reintegración de los extremistas”.

Desde su punto de vista, es fundamental mejorar el conocimiento de la radicalización en sus primeras etapas. Y denuncian que “se ha prestado poca atención a cómo los usuarios de internet progresan a lo largo de esas diferentes fases.

Y se hacen algunas preguntas: “¿Cómo realiza un individuo la transición de estar expuesto a material extremista en la red a ser adoctrinado en esas creencias y a actuar de acuerdo con ellas en el mundo real?”.

Otro punto importante es saber qué porcentaje de usuarios de internet participan en comunidades digitales radicalizadas, pero no lo hacen fuera de la red.

Existen lagunas en la comprensión del supremacismo blanco y la misoginia violenta

Equilibrio

Por eso, es fundamental “equilibrar nuestro entendimiento del extremismo digital en diferentes ideologías”. Denuncian que se han llevado a cabo investigaciones sobre todo centradas en Islamismo radical, pero existen lagunas en la comprensión del supremacismo blanco, la misoginia violenta y otras posturas similares.

Y un último aspecto que debe llamar nuestra atención es el examen de hasta qué punto este tipo de grupos son early adopters (las primeras personas en adoptar una nueva tecnología). “La creciente popularidad y disponibilidad de las herramientas de comunicación encriptada a bajo coste, ha levantado preocupaciones sobre una posible evasión de la monitorización por parte de los extremistas”.

Por tanto, proponen un incremento de la regulación de aplicaciones comerciales como WhatsApp, Telegram y Signal. “Un cuerpo cada vez mayor de análisis ha demostrado que los grupos y movimientos extremistas usan estas plataformas y que algunos incluso han adaptado código fuente para desarrollar sus propias herramientas a medida”.