Durante estos días en los que no hay clases y las familias pasan más tiempo juntas, es el momento en que, quizá, más conscientes seamos [o podamos ser, si nos lo proponemos] del tiempo que los menores pasan delante de una pantalla.

Y, sobre todo, qué ven cuando están delante de un dispositivo. Porque no todo es lo que parece ser. Por eso, el programa Recurra Ginso y la Dirección General de Juventud de la Comunidad de Madrid acaban de publicar su Guía de padres – Nuevas Tecnologías, con recomendaciones y advertencias con respecto a desde controles parentales y ciberacoso, hasta los factores de riesgo y protección, pasando por temas clave como privacidad e intimidad, videojuegos en línea o sexting.

Nos tenemos que preparar para explicar a los niños qué es internet

Preparación

“Los padres tenemos que leer y tenemos que prepararnos. Y los abuelos y profesores también. Nos tenemos que preparar para explicar a los niños qué es internet, cuáles son los sistemas que tenemos para prevenir riesgos antes de ciertas edades”, nos explica Javier Urra, presidente de Recurra Ginso.

Nadie mejor que él para conocer -y solucionar- los problemas de jóvenes y niños. Fue el primer Defensor del Menor y ha estado 32 años en la fiscalía del Tribunal Superior de Justicia.

Estamos dando smartphones a los niños muy pronto

Bien y mal

Urra asegura que estamos haciendo algunas cosas bien. Lo principal, “darnos cuenta de que las redes sociales son una parte esencial en la vida de nuestra sociedad y de los niños. Que pasan muchísimas horas en las redes sociales, que se comunican, que algunas actividades sirven para ocio, otras para consultar. Pero necesitamos saber qué ven nuestros hijos”, avisa.

Sin embargo, también hay aspectos en los que lo estamos haciendo mal, como “dar un smartphone a un niño muy pronto. Los expertos de Silicon Valley les permiten eso a los 14 años y son quienes lo han inventado. Es decir, son muy conscientes del riesgo inherente que existe”.

Que un niño sepa andar no quiere decir que sepa caminar por una ciudad

Huérfanos digitales

También nos señala lo que “estamos haciendo regular. Que los padres y abuelos creemos que los niños son nativos digitales. Y nos estamos dando cuenta de que más que eso, son huérfanos digitales”.

A su juicio, esto se debe a que “muchas veces los padres y abuelos no sabemos mucho de tecnología y como vemos que el niño se maneja bien con los deditos, que baja, que sube… El problema está en que no sabe dónde está el riesgo”.

Y pone un ejemplo sobre cómo en otros aspectos, en el mundo no digital, nuestra actitud es muy diferente: “Un bebé gatea. Un niño camina. Pero hay que enseñarle lo que significa el rojo, el amarillo y el verde para cruzar un semáforo. Que sepa andar no quiere decir que sepa caminar por una ciudad”.

Empantallados

Otro de los aspectos que no cuidamos lo suficiente, según Urra, es “que tenemos niños que sufren, que tienen dificultades de relación. Chavales con complejidad que están todo el día empantallados, en su habitación -que se ha convertido en un apartamento dentro del hogar- y tienen un mundo virtual, irreal, que los lleva a veces a confundir la realidad y sobre todo a perder aspectos de contacto, de juego, de estar con los mayores”.

Por eso, recomienda establecer para su uso “unas horas, que tienen que estar medidas, igual que hay un tiempo para hacer deporte, para leer, para escuchar música, para salir con amigos o para ir a dar un beso a la abuela”.

Son hechos reales y tenemos que estar atentos

Casos reales

Urra hace hincapié en la necesidad de conocer los riesgos: “Sexting, grooming, dar imágenes que pueden atentar contra su initimidad y su honor, que pueden estar en contacto con un niño que en vez de trece años tenga 42”.

Situaciones que vive cada día en el centro terapéutico que Recurra Ginso tiene en Brea del Tajo, en el que se tratan, entre otros problemas, los relacionados con el mal uso y el abuso de dispositivos y redes sociales.

Y son precisamente dos jóvenes de ese centro quienes protagonizan un vídeo, también publicado por Recurra Ginso, junto a la Consejería de Juventud de la Comunidad de Madrid, en el ambos relatan su experiencia en primera persona. Valentín, su adicción al móvil, al que recurría para huir del acoso en el instituto. Lucía, por su parte, publicaba contenidos inadecuados y se relacionaba con personas que la empujaban, por ejemplo, a compartir fotos sin ropa.

Dos ejemplos que ponen de manifiesto que lo que vemos en las redes sociales y en internet en general, no siempre es lo que parece ser. “Lo hemos hecho para que los jóvenes y los niños sepan que esos hechos son reales, que pasan y que tenemos que estar atentos”, explica Urra.

La adicción tecnológica se puede dar si se consiente y no se para

Vida sin móvil

También demuestran que es posible vivir sin un smartphone en la mano. “Cuando llegan los chicos al centro terapéutico, lo primero que les decimos es: no hay teléfono móvil. Están con nosotros de media diez u once meses. Y no pasa nada. Te dicen que, como hay muchas actividades -clases, deporte, terapia-, se nos va el tiempo y no lo echamos de menos”.

Por eso, anima a quienes son responsables de la educación y cuidado de niños y jóvenes a estar pendientes: “La adicción tecnológica se puede dar si se consiente y no se para. Pero si se para, los chicos se llenan de contenido, como cuando los llevas a un campamento y no tienen teléfono”.

Urra asegura que el objetivo “no es asustar ni exagerar”. Pero que hay que tomar conciencia de los riesgos y actuar en consecuencia.