El pasado 18 de diciembre, la Unión Europea [UE] anunciaba a bombo y platillo su Pacto Verde, destinado a convertir a nuestro continente en el primero del mundo en ser neutral desde el punto de vista climático en 2050, con lo que se pretende “activar la economía, mejorar la salud de las personas y su calidad de vida, cuidar la naturaleza y no dejar a nadie atrás”.  

Uno de los objetivos es servir de referencia para otras geografías, como señalaba la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Al mostrar al resto del mundo cómo ser sostenibles y competitivos, podremos convencer a otros países de cambiar como nosotros”. 

La Comisión Europea estimaba en 260 billones de euros la inversión adicional 

Itinerario 

El Pacto Verde Europeo crea un itinerario con acciones para fomentar el uso eficiente de los recursos, con el paso a una economía limpia y circular. Se busca así “detener el cambio climático, revertir la pérdida de biodiversidad y disminuir la contaminación”, según la UE. 

Para conseguir sus objetivos, la Comisión estimaba en 260 billones de euros la inversión adicional -en la que deben participar los sectores público y privado-, equivalente a un 1,5 por ciento del producto interior bruto de la UE en 2018.  

No todas las regiones y estados miembros parten del mismo punto 

Distintas velocidades 

El Pacto Verde admite la necesidad de establecer distintas velocidades, puesto que “la lucha contra el cambio climático y la degradación medioambiental es una empresa común, pero no todas las regiones y estados miembros parten del mismo punto”. Por ese motivo, se creó el Mecanismo de Transición Justa, que da apoyo a aquellas zonas en las que la dependencia del carbono es mayor.  

Además, se establecen programas de apoyo a la ciudadanía más vulnerable a la transición, con acceso a programas de capacitación y oportunidades de empleo en nuevos sectores económicos.  

Europa está simplemente desplazando su impacto medioambiental a otros lugares del planeta 

Otro resultado 

Todo parecía atado y bien atado. Sin embargo, el resultado puede no estar siendo el buscado en un principio. Según una investigación publicada en Nature, nuestro continente puede estar simplemente desplazando su impacto medioambiental a otros lugares del planeta: “El Pacto Verde europeo corre el riesgo de convertirse en un mal negocio para el planeta”, advierte el texto. 

“La importación de millones de toneladas de cultivos y carne cada año, recorta los estándares agrícolas y ganaderos en la UE y destruye los bosques tropicales”, señalan los autores [Richard Fuchs, Calum Brown y Mark Rounsevell, del Instituto Tecnológico de Karlsruhe, en Garmisch-Partenkirchen, Alemania].  

Europa es el máximo importador de productos agrícolas del mundo tras China 

Importaciones masivas 

Europa es el máximo importador de productos agrícolas del mundo tras China. El año pasado, nuestro continente adquirió del exterior una quinta parte de las frutas y verduras y tres quintas partes de la carne y productos lácteos que se consumen en él. 

Los países miembros de la UE están deslocalizando el daño climático a otros países, mientras en casa se ponen medallas por políticas verdes 

“¿El resultado? Los países miembros de la UE están deslocalizando el daño climático a otros países, mientras en casa se ponen medallas por políticas verdes”, explican los autores. “Por ejemplo, entre 1990 y 2014, los bosques europeos se expandieron un 9 por ciento, un área aproximadamente igual al tamaño de Grecia [13 millones de hectáreas]. En el resto, se deforestaron alrededor de 11 millones de hectáreas para cultivar productos que se consumieron en la UE. Tres cuartas partes de esta deforestación estaba vinculada a la producción de aceite de semillas en Brasil e Indonesia –regiones con una biodiversidad incomparable y hogar de algunos de los mayores sumideros de carbono del mundo, cruciales para mitigar el cambio climático”.  

Poco estricto 

Aunque el Pacto Verde establece normativas y directivas para garantizar el origen de las importaciones, “son desiguales y su cumplimiento se obliga de manera pobre”. Según los investigadores, “los departamentos de aduanas no cuentan con los mecanismos, el dinero o el personal para comprobar que todos los productos cumplen con los criterios de sostenibilidad a su llegada a los puertos europeos. Los acuerdos de comercio de la UE no dicen nada sobre qué estándares específicos deben cumplir las importaciones o cómo deben adecuar los países exportadores sus leyes o monitorizaciones medioambientales. Los firmantes del pacto UE-Mercosur, por ejemplo, solo han acordado esforzarse para mejorar sus leyes medioambientales y de protección laboral”.  

La guerra comercial entre Estados Unidos y China supone más presión sobre el uso del terreno e incrementa la deforestación 

La situación internacional tampoco ayuda. “Por culpa de la actual guerra comercial entre Estados Unidos y China, esta está importando más soja de países del Mercosur que de EEUU. Eso supone más presión sobre el uso del terreno e incrementa las posibilidades de deforestación”, apunta la investigación.  

Propuestas 

El documento propone una serie de pasos para asegurar que el Pacto Verde hace honor a su nombre. En primer lugar, armonizar los estándares de sostenibilidad, reforzar su cumplimiento y los controles aduaneros.  

También es preciso analizar el impacto global de las importaciones agrícolas y ganaderas. Y no solo eso, también de la producción bioenergética. Los objetivos europeos de incluir un 10 por ciento de biocarburante en el diésel para final de este año [camino de conseguirse] ha sido el principal motivo de un aumento significativo de las importaciones de soja desde Brasil, de un 2 por ciento solo en 2019, lo que supone un enorme impacto en la biodiversidad.  

Unido a lo anterior, se debe llevar a cabo una medición de nuestra huella de carbono global: “Cada ciudadano de la UE importa en la actualidad aproximadamente una tonelada de dióxido de carbono al año en bienes que llegan a la UE. El Pacto Verde corre el riesgo de perpetuar este tropiezo”.  

Pero todo esto servirá de poco si no se reduce el consumo y se incrementa la producción local. En especial, a través de prácticas de “intensificación sostenible”, que mejoren el rendimiento de los terrenos, gracias al uso de nuevas tecnologías. Otro punto que mejoraría la situación es el incremento de los cultivos de interior y verticales. 

Con estas medidas, según los autores, no solo habrá beneficios medioambientales, también económicos, al no depender de las fluctuaciones de los mercados globales o problemas en la cadena de suministro.