El FIDA es el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, una agencia de Naciones Unidas que a la vez es una institución financiera que trabaja exclusivamente el desarrollo rural con pequeños productores. Dentro de esa institución, existe una división que se encarga de medioambiente, cambio climático, género e inclusión social. Oliver Page es el responsable de esa división para Latinoamérica. “Nuestra misión es elevar la calidad de vida y los estándares de vida de la población rural, los pequeños productores”, explica con su acento uruguayo.

Y, como no podría ser de otra manera, está participando en esta Cumbre sobre el Cambio Climático con el objetivo de “asegurar que el tema de la agricultura y de los pequeños productores figure en las agendas, no solo de las negociaciones, sino también de todas las instituciones que forman parte de la COP25”, según sus propias palabras.

Oliver Page afirma que los pequeños productores son los primeros en notar el cambio climático. Foto: FIDA

¿Qué papel juega la agricultura en el cambio climático?
Muchas veces, el tema de agricultura y cambio climático no tiene un enfoque tan fuerte como el de la energía, por ejemplo. La agricultura se presenta muchas veces como el villano de la película, digamos. Obviamente lo puede ser. Pero también es sumamente necesaria, todos tenemos que alimentarnos. Y hay maneras de que la agricultura sea un factor positivo en la lucha contra el cambio climático. Especialmente, con la gente con la que trabajamos nosotros: los pequeños productores. Además, el cambio climático es especialmente importante en su caso, porque tiene son los primeros en sentir su impacto.

¿En qué aspectos los afecta más?
Ellos viven de los recursos naturales. La situación socioeconómica también refuerza bastante su vulnerabilidad. Una sequía, una cosecha fallida, una inundación… cualquier fenómeno climático y no tiene que ser un huracán, no tiene que ser un desastre, un fenómeno que salga en todos los diarios. Cualquier fenómeno que tal vez para un ciudadano común pasa desapercibido -que no ha llovido tanto esta temporada-, para un pequeño productor significa que perdió toda su cosecha.

Su papel es fundamental…
En primer lugar, los pequeños productores nos están alimentando. Y nos están alimentando sanamente. Son pioneros en prácticas ecológicas muchas veces. En Latinoamérica hay prácticas ancestrales que son muy armoniosas con el medioambiente. Son una pequeña joya que muchas veces no está valorada de tal manera y no se aprecia lo que hacen y menos aún se reconoce el impacto que el cambio climático está teniendo sobre ellos.

Los pequeños productores son una pequeña joya

¿Dónde está el drama para ellos?
Desde un punto de vista amplio, el gran drama es la falta de reconocimiento del valor del pequeño productor en la agricultura. Especialmente en la región que yo trabajo, en Latinoamérica, de mucha producción agropecuaria, pero con un enfoque muy fuerte en la gran industria masiva, monocultivo, comodities para la exportación. Ese es -no ten todos los países, pero sí en muchos- el modelo agrícola que se ha impulsado: gran escala para generar renta. En eso, los pequeños productores se ven un poco rezagados. No son prioridad y es necesario que lo sean, porque hay mucha riqueza en el campo y en la pequeña producción.

Y el cambio climático los impacta de la manera menos pensada. Nosotros pensamos que un pequeño cambio de temperatura no implica nada. Pero, para alguien que está acostumbrado a cosechar sus cultivos mirando al sol y haciendo la previsión climática en base al conocimiento tradicional, que sabe que tiene que empezar a llover en tal fecha y va a acabar de llover en tal fecha y planifica de esa manera; cualquier variación a eso les afecta muchísimo.

¿Qué están haciendo para paliar los efectos del cambio climático?
Ellos son conscientes de que el cambio climático está ocurriendo. No hay que subestimarlos. Tienen creatividad, tienen imaginación. Toda su vida han estado experimentando en sus pequeñas fincas. Sí tienen soluciones y proponen soluciones, pero necesitan apoyo. De tecnología, asistencia técnica. Necesitan un marco político regulatorio que apoye y reconozca su producción, que ponga en valor lo que está haciendo y que reconozca su valor agregado para la seguridad alimenticia de los países.

¿Qué podemos hacer nosotros como consumidores para apoyarlos?
La conciencia hoy en día está subiendo muchísimo. La gente entiende el valor agregado de un pequeño productor y prefiere comprar sus productos, más que la producción agroindustrial. Eso tiene que seguir, porque eso sí es un reconocimiento. Aunque cueste un poco más ir al mercado a encontrarlos. Hay que consumir productos preferentemente locales, del propio entorno, comamos lo que se tiene que comer cuando se tiene que comer y salir un poco de ese mundo en el que nos hemos metido que queremos que todo esté disponible, en condiciones perfectas, todo el tiempo, las 24 horas del día. Porque ese es el modelo que favorece la gran agroindustria, los grandes negocios. Ese es un modelo en el que es muy difícil encajar al pequeño productor. Si somos un poco más sensibles con nuestro entorno, nuestro clima, adaptamos nuestros hábitos alimenticios y de compra a eso, eso favorece mucho más acercarnos a los productores, directamente o a través de intermediarios, pero es alimentarnos de lo que ellos producen y eso es una gran ayuda.

¿Tienes la sensación de que os están escuchando en la COP?
Sí, pero no a la escala que se tiene que escuchar. Desde mi punto de vista, la COP y las negociaciones sobre el cambio climático son sobre cambios estructurales a gran escala que se tienen que hacer con consenso político global y regulaciones fuertes que se tienen que implementar a nivel de países para solventar esta crisis. Una crisis no se supera con acciones voluntarias. Si mi casa se está incendiando, no espero que los vecinos ojalá vengan con un baldecito de agua a ayudarme; tiene que haber un servicio de bomberos que venga a apagar ese fuego. Y la COP para mí es sobre eso. Sobre establecer un marco que realmente responda a la emergencia del cambio climático por lo que es: una emergencia, una crisis que necesita acción decisiva y pronta.

Dicho eso, los políticos son un reflejo de nuestras sociedades. Por tanto, todas las acciones positivas que hacemos nosotros, como las que hemos hablado de comprar de pequeños productores, de eficiencia energética, de reciclaje… todas esas acciones que podemos hacer de forma voluntaria, aunque no sumen lo suficiente para superar la crisis, mandan señales muy claras de qué es lo que quiere la gente. Y movimientos como el de Greta son muy importantes, porque la sociedad se está manifestando, está exigiendo una respuesta a la crisis del cambio climático.

Pero, ¿estamos avanzando?
Yo llevo más de veinte años trabajando en temas relacionados con el cambio climático. Y nunca pensé que después de ese tiempo estaríamos donde estamos. Pensé que estaríamos mucho más avanzados. Pero todavía estamos bien metidos en el problema. Y hay que seguir poniendo presión para mejorar la situación, porque no estamos avanzando al ritmo que deberíamos.