Claudina Caramuti es socia de CANVAS Estrategias Sostenibles, una firma de consultoría estratégica y conocimiento especializada en sostenibilidad. Acaban de publicar el estudio Propósito y reinvención del capitalismo, elaborado en colaboración con Punto de Fuga, la Universidad de Málaga y Cronopios.

Hemos hablado con ella para que nos explique qué resultados han obtenido tras preguntar a más de 1.000 personas de todos los segmentos de población y cómo los interpretan.

Principales conclusiones del estudio

¿Estamos a gusto con el sistema actual?
Cuando preguntamos si es necesario que el sistema en que vivimos tenga alguna transformación, nos imaginábamos que la respuesta sería que sí, pero nos sorprendió que llegara al 78 por ciento el número de personas que cree que el sistema tiene que cambiar entre mucho y bastante.

Es transversal en todas las generaciones, género, localización geográfica… Hay una insatisfacción con respecto al sistema en que vivimos, en el que la economía está en el centro y no la vida, como sería lo ideal.

¿En qué se traduce esa insatisfacción?
Como sabes, se viene hablando de reinventar el sistema capitalista. Incluso el World Economic Forum, que es el foro de Davos, hace ya años que viene hablando del capitalismo de los grupos de interés y que las empresas no pueden pensar solo en los beneficios económicos, sino que tienen que buscar también otro modelo de capitalismo.

También se viene hablando mucho en las compañías, así como de las empresas con propósito y el modelo de empresas de impacto.

¿Tan malo creemos que es el sistema?
Las personas lo suspenden: siete de cada diez le dan una valoración media de 3,5 a cómo la forma en que vivimos está respondiendo a las necesidades sociales, ambientales y no solo las económicas.

¿En qué debería transformarse, cuáles son los temas que más preocupan?
El 60% afirma que las primeras medidas que se deben tomar están en el ámbito social. Las necesidades básicas vuelven a estar en el punto de mira. Se prioriza tener un trabajo decente para progresar en la vida, el cuidado de las personas, la lucha contra la pobreza. Muchos temas que parece que están dados, pero en realidad las necesidades básicas han salido como muy relevantes para las personas.

Y ese cambio, ¿quién debe liderarlo?
Preguntamos qué organismos van a tener un papel clave en la transformación, en que cambie el mundo en que vivimos. El ámbito en que más se confía es en el educativo. En el 42 por ciento de los casos, aparece. Es la institución relevante para cambiar la mentalidad.

También destaca que los movimientos ciudadanos, impulsados por activistas sociales, han salido como un ámbito organizativo en el que las personas confían para lograr la transformación.

¿Qué rol tienen en esa transformación las compañías y sobre todo las empresas con propósito?
En CANVAS formamos parte del movimiento B Corp, que promueve un modelo en el que las empresas están pensando en su triple impacto. Es decir, cómo impacto económicamente, pero también cuál es mi impacto social y cuál es mi impacto social. Y cómo puedo aportar y ser mejor para el mundo.

Lo relevante es que más del 74% de la población ha considerado que es total o bastante necesario que las organizaciones se centren en su contribución a nivel social y medioambiental, tanto o más que la económica.

Como se suele decir, ¿es un problema o una oportunidad?
Es una oportunidad de repensar nuestras organizaciones, cómo estamos contribuyendo a un modelo de sistema socioeconómico o a otro. En ese sentido, el 56% de las personas consultadas ha considerado que las empresas pueden tener un papel determinante en el desarrollo sostenible del mundo. Son la segunda organización más grande del mundo, después de la familia. Es decir, tienen en todos los sitios -sean pequeñas, medianas o grandes- mucha capacidad de impactar en la sociedad.

¿Cómo debería ser una compañía así?
Cuando preguntamos a la gente cómo imagina que tiene que ser, es interesante porque un porcentaje relevante de las respuestas se centra en combinar modelos que ahora no lo están. Por ejemplo, una empresa que sea global, que sea una corporación, pero a la vez que esté ubicada en un entorno rural y que tenga el foco en el impacto social.

La ciudadanía española sí está imaginando y deseando otro tipo de organización.

¿En qué deberían invertir las empresas?
Lo que sale otra vez como más relevante es la agenda de empleo y de prosperidad en el entorno. Un 36% de las respuestas se centraron en esos temas. En distribuir prosperidad también. Ha habido un hilo conductor de elevar el impacto social de las organizaciones y que se enfoquen en el bienestar general para impulsar una sociedad más próspera que a su vez pueda cuidar también el medioambiente.

A título individual, ¿cómo lo estamos haciendo?
Hemos preguntado cómo te ves como miembro de la sociedad, qué compromisos quieres tener. Sorprendió que un alto porcentaje de la ciudadanía se considera sensibilizado con el desarrollo sostenible: cómo atienden a su impacto social y medioambiental en su entorno más cercano. Y más del 60% se identifica con hábitos responsables o sostenibles.

No obstante, cuando les preguntamos cada cuánto realmente has reciclado o contribuido a un proyecto social, hecho voluntariado, sensibilizar... Ahí había más diferencia. Hay mucha sensibilidad, solo que llevarlo al hábito cotidiano y cambiar comportamientos… hay un gap, una diferencia.

Pero entonces, ¿es una cuestión de cada persona o de la sociedad?
Hay que ir de lo individual a lo colectivo, que es un poco el cambio en el propio sistema, que es tan individualista. Las acciones individuales son relevantes, pero se necesita un impacto más colectivo. Que las empresas, las instituciones y las administraciones públicas apoyen esa transformación que estamos necesitando e ir hacia ese camino de una prosperidad más compartida y en el que la vida y lo social está en el centro, no la economía.

Como organización tienes que impulsar una transformación. Porque tenemos una mentalidad de éxito, de lo que significa eso y el valor del dinero, que nos está trastocando. Tenemos que hacer esa reflexión, porque podemos tener mucho impacto, podemos llegar a muchas personas. No solo a nivel individual, sino que como ciudadanía se puede generar cambio y transformaciones.

¿Cuál es, entonces, el papel de las empresas?
Es importante que las empresas puedan sensibilizarse, que haya personas dentro de ellas que puedan mover esta comprensión y preguntarse cómo pueden mejorar como organización, cómo podemos atender las necesidades sociales de las personas en las que más impactamos. No estamos hablando de acción social. La creación de empleo y la prosperidad compartida es fundamental, cómo cuido de las personas que trabajan para mí, en qué medida se encuentran a gusto, qué podemos hacer mejor. Y la economía va acompañando, porque si las personas estamos motivadas, trabajamos más y mejor, nos relacionamos mejor.

Sin duda, la meta es que las organizaciones sean un ejemplo de cómo se puede ir transformando y movilizando.

¿Cómo se consigue eso?
En principio, aprender cuál es su impacto social, quiénes son las personas de su entorno que hacen que su negocio sea viable: sus clientes, sus empleados, sus proveedores, el entorno en el que están. Aprender cómo yo estoy integrando y relacionándome con el entorno, para ver cómo puedo mejorar en ese impacto, qué puedo aportar. Si la sociedad en la que estoy está cada vez peor, más necesitada, con mayores deficiencias, es mucho más difícil que yo también como organización pueda prosperar.

Es un tema de entender la interdependencia que tenemos y que la pandemia lo puso en evidencia, pero luego hemos olvidado en muchos casos. La interdependencia entre las empresas, entre las ciudades, entre los sectores. Nos necesitamos entre todos.