Se acaba 2021, un año que esperábamos que fuese mejor que su antecesor, pero no lo ha sido en muchos aspectos. “La COVID-19 ha tenido impactos desproporcionados en los pobres y vulnerables en 2021, que se traducen desde una recuperación económica desigual hasta un acceso desigual a las vacunas y desde el aumento de las pérdidas de ingresos hasta la disparidad en el aprendizaje”, afirma Naciones Unidas.

Según datos de la institución, la pobreza extrema aumentó en 2020 por primera vez en más de 20 años y alrededor de 100 millones más de personas viven con menos de 1,90 dólares estadounidenses al día.

Aunque no todo son malas noticias: “A medida que avanzó el año, se produjeron algunos acontecimientos positivos: la economía mundial creció, el comercio de bienes se recuperó, los precios de los productos básicos alimenticios comenzaron a estabilizarse y las remesas registraron una recuperación sólida”.

El acceso desigual a las vacunas indica que aún queda mucho por hacer

Futuro complicado

Pero el futuro no presenta mejores perspectivas. La ONU asegura que “la aparición de nuevas variantes y el acceso desigual a las vacunas indican que aún queda mucho por hacer”.

Ese impacto será especialmente significativo en los países que “están comenzando a trazar su recuperación”, para quienes esta situación es una oportunidad de “lograr un crecimiento económico duradero sin degradar el medio ambiente o agravar la desigualdad”.

La manera más rápida de poner fin a la pandemia es vacunando a los habitantes de todo el mundo

Vacunas sin excepción

La institución afirma que “la manera más rápida de poner fin a la pandemia es vacunando a los habitantes de todo el mundo. Sin embargo, poco más del 7% de las personas en los países de ingresos bajos han recibido una dosis de las vacunas en comparación con más del 75% en los países de ingreso alto”.

Unas diferencias que deben ser eliminadas, porque “se necesita un acceso justo y amplio a vacunas eficaces y seguras contra la COVID-19 y así poder salvar vidas y fortalecer la recuperación económica mundial”.

De hecho, el Banco Mundial ha dedicado 6.300 millones de euros para financiar la compra y distribución de vacunas en más de 64 países. Sin embargo, disponer de ellas no es suficiente, también es preciso que esas naciones cuenten con “la infraestructura básica para garantizar su entrega y distribución”.

La carga de la deuda se hará sentir mucho tiempo después de que desaparezca el virus

Recuperación económica

La recuperación económica vuelve a poner de manifiesto las desigualdades existentes en el mundo. Como señala Naciones Unidas, “al igual que en el caso del acceso a las vacunas, existe una brecha en la recuperación económica entre las economías de ingreso alto y las economías de ingreso bajo y medio”.

Esa desigualdad “se torna bastante evidente cuando se trata de las pérdidas de ingresos”, puesto que “si bien las personas de todos los grupos de ingreso sufrieron pérdidas durante la pandemia, el 20 por ciento más pobre experimentó la caída más pronunciada”.

Y el impacto se ha dejado notar también en los indicadores de deuda de los mercados emergentes y economías en desarrollo. Sin embargo, la situación no puede achacarse solo a la pandemia, porque “la mitad de ellos estaban en una situación crítica causada por el sobreendeudamiento o en alto riesgo de estarlo antes de la aparición de la COVID-19”.

Además, estos países continuarán sufriendo esos efectos negativos en los próximos años: “la carga de la deuda se hará sentir mucho tiempo después de que desaparezca el virus”, afirma Naciones Unidas, lo que supondrá una deceleración de la recuperación y dificultará “los esfuerzos para enfrentar otros desafíos del desarrollo, incluido el cambio climático”.

El porcentaje de niños y niñas de 10 años que no pueden leer un texto básico podría llegar al 70 por ciento

La educación, bajo mínimos

Otra de las consecuencias a largo plazo viene derivada de “uno de los impactos devastadores de la COVID-19 en los pobres y vulnerables”, como lo califica la institución: la educación.

Los cierres de las escuelas y el descenso en la calidad de la educación en general, ha provocado que “el aumento de la pobreza de aprendizaje —el porcentaje de niños y niñas de 10 años que no pueden leer un texto básico— podría llegar al 70 por ciento en los países de ingreso bajo y medio, de acuerdo con estimaciones recientes del Banco Mundial”.

Esa pérdida de nivel educativo afectará de forma negativa a los ingresos futuros y la reducción de la pobreza y la desigualdad.

El panorama de los precios de los productos básicos tampoco es halagüeño

Productos básicos más caros

A lo que se añade el hecho de que “el panorama de los precios de los productos básicos tampoco es halagüeño”. Según sus previsiones, los precios de la energía se han situado, de media, un 80 por ciento por encima de los del año pasado.

“Dado que la energía es un producto básico fundamental para la producción de alimentos y la calefacción, estos precios cada vez más altos pueden tener consecuencias” en el PVP final. El primer caso ha sido el de los fertilizantes, que a su vez han generado un incremento en el coste de la producción de alimentos.

Como señala la ONU, “la inflación interna de los precios de los alimentos está aumentando en la mayoría de los países, lo que reduce la capacidad de los pobres para costear alimentos saludables. Esto puede exacerbar la inseguridad alimentaria en los países en desarrollo”.

A todo esto se añade otro factor que incrementa las desigualdades: el cambio climático, que “puede empujar a hasta 132 millones de personas a la pobreza extrema en 2030”.