La inteligencia artificial no solo está cada vez más presente en nuestra vida, sino que influye positiva y negativamente de forma decisiva en las tareas cotidianas del ser humano. Esta IA ejerce ese ‘poder’ sin que la mayor parte de las personas sea consciente.

Las nuevas tecnologías han situado este tipo de inteligencia en el lugar más alto del escalafón de modernidad en el que se mueven las sociedades actuales. Es verdad que su uso responde, a veces, a cuestiones que tienen que ver con el entretenimiento, pero también lo es que en otras (cada vez con mayor frecuencia) está asociado a aspectos más ‘trascendentales’ como puede ser la salud, la seguridad o el trabajo.

No obstante, siempre se encuentra con el obstáculo de situarse frente al ser humano, en una especie de continua competencia. De ahí que la pregunta acerca de cuándo la primera superará a su creador se haya convertido en recurrente y para algunos, incluso, en todo un reto.

Hay ejemplos de victorias parciales, como la correspondiente a los sistemas de dos grandes compañías en materia de comprensión lectora.

Test de Turing

A pesar de que preguntarse acerca de la capacidad de las máquinas para pensar pueda asociarse a este siglo XXI, nada más lejos de la realidad.

En el anterior, el hombre que consiguió descifrar el sistema de códigos de los que se sirvieron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, Alan Turing, ya se planteó esta cuestión dando pie a una prueba conocida como el Test de Turing. Con él se trataba de discernir hasta qué punto una esa inteligencia artificial era capaz de manifestar un comportamiento parecido al de los humanos.

A lo largo de los años han sido muchas las pruebas realizadas. Éstas, ya con cambios, todavía se realizan y consisten en que una persona evalúe conversaciones en lenguaje natural entre un humano y una máquina diseñada para generar respuestas similares a las del hombre.

La posibilidad o no de que en un futuro llegue a producirse ese adelanto de la inteligencia artificial sobre sus creadores, lo analiza el blog de CaixaBank en un artículo titulado ‘El Test de Turing: máquinas que aparentan ser humanos’.

Aseguran sus autores que el concepto de esta prueba es muy sencillo: ”Una persona se sienta frente a un ordenador y chatea con ‘alguien’ durante un tiempo estipulado”.

La clave llega al final de la conversación. En ese momento, si la parte humana de la misma es incapaz de asegurar “si su interlocutor es un humano o una máquina, el test se habrá pasado con éxito”. No obstante, en realidad, como aclaran en el artículo, el test original establecía que la prueba debía durar 5 minutos, intervalo en el que el interlocutor debía estar convencido de estar hablando con un ser humano el 70% del tiempo.

“Torpe al imitar al ser humano”

En el mundo del séptimo arte es una materia más que utilizada, casi siempre con un toque apocalíptico en el que las máquinas y su inteligencia artificial acaban revelándose al ser capaces de ‘pensar’ por sí mismas.

Más allá de cuestiones cinematográficas, este análisis, tras reconocer que la IA es “muy buena” en cuestiones como el manejo de cantidades “inmensas de datos”, es capaz de “cruzar muchas variables y realizar proyecciones”, entre otras, también es “todavía bastante torpe imitando el comportamiento humano". 

Precisamente, indica el artículo del blog de CaixaBank, esa “torpeza” es lo que mide el citado Test de Turing, una prueba que “nos dice cómo de parecido es el comportamiento de la máquina al del ser humano, independientemente de su inteligencia”.

Por ahora, solo hay un caso de superación del Test de Turing. Se produjo en 2014, cuando un chatbot logró su objetivo de engañar a la mente humana, aunque fue un examen lleno de controversia.

Probablemente, esta polémica y lo que rodea a la conocida prueba se deba a la falta de acuerdo entre los científicos porque, como reconoce el citado artículo, no se ponen de acuerdo “sobre la validez del Test de Turing como herramienta para determinar el pensamiento de una máquina o su capacidad para asemejarse a un ser humano”.

Humanos frente a máquinas

Interesante es la reflexión con la que finaliza y que enlaza con una cuestión que, desde hace tiempo, pero con más insistencia en los últimos años, pulula sobre la cabeza de expertos en tecnología, investigadores y científicos. Esta gira en torno a la fecha en que se podrá asegurar con rotundidad que una máquina piensa por sí misma.

Para los autores del artículo quizás se trata de preguntas “demasiado filosóficas para confiárselas a los chatbots, que al fin y al cabo son programas creados para interactuar con seres humanos y hacerles creer que son personas, pero no para pensar realmente”.

Una verdad incontestable, a pesar de que el temor a las aplicaciones de la inteligencia artificial en campos como el laboral, lleve a algunos a vislumbrar un futuro apocalíptico dominado por las máquinas. Vamos, como si de una película de ciencia ficción se tratase... o no.