Rodrigo Fáez es uno de los nombres más reconocibles del periodismo deportivo español contemporáneo. Tras pasar por medios como Gol Televisión o ESPN, y consolidarse como creador de contenido en YouTube, ha sabido construir una voz propia entre el rigor informativo y la cercanía con el aficionado. Con más de una década narrando desde los vestuarios, los aeropuertos y las calles, Fáez reivindica el valor del periodismo de calle, la autenticidad y el esfuerzo personal frente al ruido de las redes. Su nuevo libro, La mochila lo es todo, es tanto una mirada hacia su trayectoria como una reflexión sobre el oficio y la exposición pública en la era digital. Un tipo sencillo que, pese a todo el volumen de seguidores que maneja, acude a las entrevistas en transporte público y mantiene intacta su humildad.

Pregunta (P): Acabas de publicar un libro, La mochila lo es todo, ¿de dónde nace la idea?

Respuesta (R): Pues la idea sale de Josep Pedrerol, que fue mi primer jefe aquí en Madrid. Recuerdo un día que estaba con sus locuras y dijo: “La mochila, la mochila lo es todo”. Claro, yo siempre llevaba una mochila a todos los sitios. La primera reunión que tuve con él traía mochila. El primer día de trabajo llevaba mochila. Yo creo que iba hasta con la mochila al baño, porque ahí llevaba el micrófono, la grabadora… y odio llevar cosas en los bolsillos. Un día me dijo: “Dios es mi mochila”. Yo pensaba que le gustaba mi mochila. Me estaba haciendo un poco mi paja mental, el típico periodista que está empezando, pensando que Pedrerol me iba a pedir la mochila. Y al final era una metáfora. Él se refería a que yo era muy reportero, muy de la calle, muy de buscarme la vida, que tiene razón. Ahí quedó ese capítulo, esa anécdota y de ahí el título.

P: ¿Y qué cosas hay que tener en esa mochila? ¿Qué has ido sumando con los años?

R: Yo creo que la mochila es importante para todo, para lo bueno y para lo malo. Es decir, ahora llevo una cámara de vídeo para bloguear, llevo un trípode, llevo tres mini cámaras… eso me da muchísimo orgullo porque son diez años en YouTube. Miro hacia atrás y parte de esa mochila es todo lo que lo que he vivido, lo bueno, lo malo, los grandes vídeos, la frustración, también porque veías que había formatos muy chulos que no funcionaban… También muchas lágrimas, muchas alegrías y es un poco algo que creo que nos viene de serie y más en este sistema en el que estamos. Yo siempre digo que hay que llevar la mochila de la mejor forma posible y, a poder ser, con una sonrisa.

P: Entonces, digamos que en el libro te has abierto y te has mostrado tal como eres.

R: Más o menos. Del 1 al 100 me ha abierto un 80%, porque es cierto que hay muchos temas personales, familiares que me gustaría haber contado, pero que al final implica a terceros y a gente que quieres mucho. Pero me abro bastante porque intentamos dar una realidad de lo que es la creación de contenido. Mucha gente piensa que un youtuber o un periodista, por el mero hecho de tener contacto con futbolistas o con jugadores que tenemos una vida de color de rosa, que ganamos mucho dinero, que nos invitan a eventos… y no es así. Hoy, sin ir más lejos, la mejor metáfora. Me he levantado a las 04:30. He pillado un ave de 25 € hasta Málaga, he hecho un reportaje con un jugador del Málaga, me he vuelto, metro, bus... Apenas es todavía la hora de cenar y tienes que hacer más directos, volcar todo el material… Y es posible que me vaya a la cama a las 00:00 o 01:00. Insisto, es muy bonito, reconforta, pero también tiene un sacrificio tremendo.

P: ¿Qué enseñanza esperas que se lleve quien lea el libro?

R: Espero que sea una lección de realidad. Que la gente entienda que hay que tener los pies en el suelo, que todos tenemos una historia. Intento contextualizar todo para que comprendan mi figura profesional y también personal. Antes me abría mucho más en redes, pero con el crecimiento de los haters y del odio me cuesta. Es casi una terapia para decirle a la gente: cuidado, esto no es tan perfecto como parece; tengo las mismas mierdas que vosotros.

P: ¿Sientes que el odio en redes ha crecido?

R: Sí, muchísimo. Por dar un fichaje me han amenazado. Me han dicho: “Sabemos que corres por Madrid Río, que vives en Lavapiés, sabemos dónde estás y dónde sales por la noche”. No lo tomas en cuenta, pero ves que son ultras, que seguramente están en la calle o que están en las organizaciones o en la esquina, pero que saben ciertas cosas de ti, que no sabes dónde está la amenaza y dónde puede haber alguien que te puede pegar. Solo por hacer tu trabajo. He recibido muchos anónimos con amenazas, y eso demuestra que hay extremos en esta sociedad. Hay que luchar contra eso con razón, diálogo y sonrisa, para ridiculizarlos y arrinconarlos, aunque cada vez está más presente y encima tiene ciertos apoyos institucionales.

P: ¿Cómo gestionas todo eso?

R: Al principio me dolía más, porque no tenía la protección, digamos, de la comunidad que tengo hoy en día. Llegué con mi mochila de Gijón y sin apoyos. No tenía jefes que me apadrinaran. Ahora, si tienes un problema, lo cuentas y recibes apoyo. Y era jodido porque yo estaba creciendo en el medio con opiniones, con trabajo, muy solo, con los compañeros que tenía en la radio o en la televisión. Era tú contra el mundo. Y de repente te llega una llamada con número oculto: “Sabemos que vas al Vicente Calderón, sabemos que vas al Santiago Bernabéu, que entras por esta puerta y que aparcas aquí”. Claro, son todo, digamos, detalles muy específicos que te asustan un poco. Ahora lo vivo un poco mejor, no me afecta tanto. Me puede afectar que le pueda doler, sobre todo, a gente querida como familiares, etcétera. Pero a mí, ahora, no me afecta tanto porque vas creando ese callo, esa capa.

P: ¿Alguna vez esa presión te ha condicionado?

R: No en cuanto a trabajo, pero sí a opinar. Antes opinaba de todo: que si Vinicius, que si Pedri… Ahora pienso: ¿para qué? Digo “buenos días” y alguien responde “imbécil”. Digo “buenas noches” y otro “será para ti y tu madre”. Eso te coarta. Antes las críticas llegaban a la redacción; ahora llegan directamente a ti.

P: Soñabas con ser futbolista del Sporting, ¿has terminado siendo periodista a raíz de ese sueño?

R: Sí, totalmente. En Gijón o eres del Sporting o del Sporting B, no hay otra. Todos queríamos marcar goles o parar penaltis. Y creo que el periodismo es lo más cercano a eso, porque estás en contacto con jugadores, partidos, entrenamientos… Es informar de lo que te apasiona. Estoy trabajando en lo que era mi hobby. No me puedo quejar.

Digo “buenos días” y alguien responde “imbécil”. Digo “buenas noches” y otro “será para ti y tu madre”.

P: ¿Hubo un momento en el que dijiste “quiero ser periodista”?

R: No un momento exacto, pero sí en la adolescencia. Vi que lo del fútbol era imposible y pensé en otras opciones. Al final, lo más cercano al fútbol era el periodismo. Creo que acerté, porque he tenido suerte y también lo he trabajado.

P: ¿Cómo ves la evolución del periodismo y la tuya propia?

R: El periodismo ha evolucionado a peor. Hay más profesionales preparados, pero menos oportunidades. Eso nos lleva a la irrupción de las nuevas formas de comunicar en redes sociales como YouTube, Instagram, TikTok, Twitter, que han democratizado muy bien lo que son las oportunidades en los medios, algo positivo. Pero no hay una especie de fórmula de la Coca-Cola para que podamos colocar a toda esta generación, que es tremenda, de unos puestos de trabajo que estén bien remunerados y bien valorados. Me da miedo que todo gire en torno al clickbait y al amarillismo. Se busca retener audiencia con barbaridades, olvidando la calidad. Me da la sensación de que el periodista, ahora, quiere estar por encima de la noticia.

P: ¿Qué debe tener un periodista deportivo de calidad?

R: Ser 360: escribir, editar, grabar. Tener inquietud y salir a la calle. Nos hemos olvidado de ir a la calle, que es donde están las historias. Hay que ser versátil y polivalente, y volver a las raíces del periodismo, que se ha acomodado demasiado en despachos y setups y falta un poco de frescura.

P: ¿Cómo te definirías profesionalmente para quien no te conoce?

R: El Sporting, Asturias, mi grupo favorito Oasis y el cachopo. Eso soy yo. Y una enseñanza de mi abuela: “Trata a todos por igual”. Me da igual si te llamas Ricardo, Cristiano o Messi. Siempre he tratado a todos con respeto, cariño y dureza cuando toca, pero al mismo nivel.

P: Ahora que mencionas a Cristiano, te habrán preguntado un millón de veces por aquella entrevista con él, pero, cuando recuerdas ese momento, ¿qué se te viene a la cabeza?

R: Que todo el mundo te etiqueta. Antes era “el de Gol”, luego “el de Villa”, después “el de Messi”, y ahora “el de Cristiano Ronaldo”. Antes, en el tren, un chico me ha reconocido y le ha dicho a su madre: “Mira mamá, este es el que es el que entrevista a Cristiano Ronaldo”. Está bien y es cariñoso, pero al final el protagonista es él. Le agradezco mucho porque aquella entrevista me ayudó a nivel de imagen, pero fue él quien hizo grande ese momento.

P: ¿Fuiste pionero en dar el salto de la tele a las redes?

R: Un poco sin querer. Estaba en Gol Televisión, pero mentalmente agotado. Tenía varios programas, hacía Champions, producción… Llegaba a casa muerto. Entré en un bucle muy negativo en el que empecé a odiar lo que estaba haciendo. Un día, me dio pereza ir a cubrir una semifinal Real Madrid–Bayern y pensé: “¿Cómo puede darme pereza esto? Si todo el mundo mataría, incluso tú has matado para llegar hasta aquí”. Descubrí YouTube y fue como un jardín para mi recreo que me hizo ver que había otros horizontes. A pesar de ser más trabajo, era el sitio donde podía crear libremente. Y aquí sigo, diez años después.

P: ¿Qué tipo de contenido disfrutas más crear?

R: Los blogs. Puedes hacerlos en un campo de fútbol, en un barrio o con jugadores. Me gusta porque cuentas en primera persona y haces de puente entre el protagonista y la comunidad. Es el formato con el que más cómodo estoy: mi cámara y yo.

P: ¿Por qué crees que funciona tanto el formato “24 horas con un jugador”?

R: Porque el protagonista es el jugador. Yo apenas aparezco. Son ellos: Morata, Porro, Borja Iglesias, etc. Enseñan su lado humano, cercano, divertido. La gente dice: “Qué majo este tío”. Eso rompe prejuicios sobre los futbolistas.

P: ¿Por qué a los jugadores les gusta más este formato que una entrevista tradicional?

R: Porque tienen libertad de decir lo que ellos quieren decir. No les pregunto por actualidad ni por partidos, es contenido atemporal. Se sienten cómodos, con margen de decisión. Nunca me han dicho “no hables de esto”. Son charlas orgánicas, naturales, y eso genera confianza.

P: Lo has deslizado antes un poco, pero, ¿cómo ves la salud del periodismo actual?

R: El periodismo como profesión está bien; los medios, muy mal. Los veo perdidos, con gestores priorizando cifras sobre calidad. Chocan la inmediatez y la calidad, y eso da miedo. Hay gente muy preparada, con más medios que nunca, pero los que mandan solo miran números e impactos. A corto plazo, eso lleva al amarillismo y al extremismo o a voces muy violentas, y es peligroso para el deporte.

P: ¿Qué consejo le darías a un joven que quiere ser periodista?

R: Que no pierda la esperanza. Tienen medios que nosotros no teníamos: móvil, TikTok, Instagram… Antes necesitábamos cámaras carísimas. Hoy puedes salir a la calle, grabar, hacer reportajes. Y les diría algo clave: que hagan un ejercicio de empatía. Si tú no verías tu propio contenido, algo estás haciendo mal.

P: ¿Dónde te gustaría estar dentro de unos años?

R: En Gijón, tranquilo, en mi casa. Si puedo vivir solo de mi canal de YouTube, mejor. Pero con tener trabajo y seguir con los pies en el suelo, me doy por satisfecho. Mi ideal sería depender de mi canal y, como dice el tópico de los ‘criptobros’, ser mi propio jefe, aunque sé que no es fácil.

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