Como corresponde a cada año, el gobierno ha realizado su propuesta de crecimiento del Salario Mínimo Interprofesional para el año 2022, con una subida de 35 años mensuales que sitúa el salario mínimo en 1000 euros brutos, una subida que se sitúa en la senda prevista por el comité de expertos para alcanzar, en 2023, el 60% del salario mediano, una recomendación planteada por la Carta Social Europea. La subida supone que, entre 2019 y 2022, el SMI ha crecido un 36%, una subida concentrada en 2019 (21%), y más moderada en 2020 y 2021. Se trata de una senda de crecimiento que ha sido celebrada por buena parte de la izquierda y los sindicatos, mientras que otros alertaban sobre los efectos que estas subidas podrían tener en la em

Recurrir a la evidencia, en este caso, no parece fácil: lo más directo sería argüir que las subidas de SMI no han afectado a la creación de empleo, pues efectivamente, pese a las subidas efectuadas, el empleo ha seguido creciendo. Es este un recurso poco consistente, pues el efecto del SMI se debe medir con lo que se denomina el contrafactual: No se trataría por lo tanto de saber si el empleo ha crecido o no, sino de saber cuánto habría crecido en el caso de no haber subido el SMI. Este tipo de comparaciones, cuando se desarrolla en el conjunto del país y no tenemos un comparable equivalente, nos llevaría a utilizar modelos de simulación, más o menos ajustados, pero no una recopilación de evidencia de campo. En otras palabras, todas las estimaciones que se desarrollan sobre esos datos son simulaciones. En otras palabras: no tenemos una evidencia fehaciente del impacto que han generado las subidas del SMI en el empleo en España. Las experiencias y estudios desarrollados en otros países nos indican que la evidencia es mixta, y que, en la mayoría de los casos, pequeñas subidas del SMI no suponen variaciones importantes en el empleo.

De nuevo, hay que tener cuidado en la utilización de estas evidencias, ocurridas en otros contextos, para justificar nuestras políticas. Los resultados de políticas de otros países pueden depender de factores que no se encuentran presentes en nuestra realidad, de manera que los resultados no son directamente extrapolables.

Pues entonces, ¿cómo podemos conocer los efectos del SMI, particularmente en los empleados más precarios que, recordemos, son los más jóvenes, las mujeres y los inmigrantes? El 40% de los perceptores del 10% de los salarios más bajos tienen menos de 35 años, el 70% son mujeres y el 14% son inmigrantes, todos ellos, por lo tanto segmentos poblacionales sobrerrepresentados en los salarios más bajos. Los datos que tenemos ahora indican que si bien la subida del SMI podría no ser negativa en términos globales, sí puede tener un efecto desincentivador a contratar a las personas con menores niveles de productividad, de manera que se puede generar un problema de contratación o al menos cierta ralentización de dichas contrataciones. La conclusión no puede ser abandonarlos a su propia suerte, o generar un SMI para ese tramo -pues es realmente quien lo necesita, como hemos visto- sino que debemos acompañar la medida de crecimiento del SMI con una política intensiva de recualificación de los trabajadores y trabajadoras que menos cobran, para que puedan acceder a mejores contratos. Los fondos provenientes del Next Generation y del Fondo Social Europeo deberían servir para fortalecer estas tareas de recualificación. Recordemos que, en España, alrededor del 30% de la población activa tiene un nivel educativo no superior a la ESO, por lo que fomentar una buena política de cualificación y recualificación puede ser la mejor política complementaria a la subida del SMI.

Por último, cabe destacarse un pequeño comentario: las subidas del SMI, que ahora pueden parece excesivas, han venido precedidas de un largo período de tiempo de práctica congelación de la misma. En 2012, el SMI se situaba en 645 euros. Si en 2022 se sitúa en 1000 euros, la subida media anual en este período ha sido de un 4% nominal y un 3,1% anual en términos reales, una cifra mucho menos espectacular. Es difícil sostener que esa tendencia de crecimiento interanual sea insoportable para las empresas, máxime si se mantiene en términos de un crecimiento moderado en el medio y largo plazo, dando tiempo a las firmas para adoptar las medidas necesarias para acometer las ganancias de productividad necesarias para seguir incrementando salarios sin comprometer su viabilidad.