Quien fuera vicepresidente del Gobierno durante la etapa política de José María Aznar, Rodrigo Rato, ha lanzado una reflexión este fin de semana aprovechando el debate que la Fundación Sargadelos organiza en el Voar de Ribadeo (Lugo). El político y expresidente de Bankia ha aprovechado su intervención para ligar el caso de las "tarjetas black" con una trama política orquestada durante la legislatura de Mariano Rajoy. Después de estar en el Ejecutivo de Aznar, Rato consiguió ser el único español al frente del FMI. Además, fue Rato quien configuró Bankia como la fusión del negocio bancario de siete cajas de ahorros (Caja Madrid, Bancaja, La Caja de Canarias, Caja Ávila, Caja Segovia, Caixa Laietana y Caja Rioja) llevando a cabo la mayor operación de integración financiera de España. Pero el vicepresidente hizo mucho más que eso.

En 2010, Rodrigo Rato comenzaba su presidencia de Bankia y en 2018 era condenado a cuatro años y medio de prisión por el conocido caso de las “tarjetas black”, que durante años coparía portadas e informativos. El delito por el que el vicepresidente era condenado era el de apropiación indebida por su participación en el entramado que permitió que la emisión y reparto de tarjetas fuera del circuito legal, opacas a Hacienda, entre directivos y consejeros de la entidad. Esas son las “tarjetas black” con las que se gastaron más de 12 millones de euros en consumos personales, pues según el Supremo, los implicados disponían a su antojo del dinero de Bankia. 

En febrero de 2021, Rato era excarcelado por ser mayor de 70 años, cumpliría 72 ese mismo año, y por mostrar un “pronóstico favorable” de reinserción. Desde su liberación, ha declarado en múltiples ocasiones que no se considera culpable de los problemas que ocasionaron el derrumbe de la entidad bancaria que presidió y que dejaron en la ruina a los accionistas, a los preferentistas y que supusieron un duro golpe para la economía española.

El verdugo que quiso ser víctima

El debate celebrado este viernes no iba a ser menos, y tras apuntar sus reflexiones sobre la situación económica, el vicepresidente ha tenido que responder a “incómodas” preguntas, como, por ejemplo, si los bancos deberían devolver el dinero de los rescates efectuados durante la crisis financiera. Sobre el caso concreto de Bankia, Rato ha defendido que la intervención de Bankia fue política, ya que “se decidió por el Gobierno”, que entonces dirigía el popular Mariano Rajoy, y “no por el Banco de España”. Una de las versiones que muchas veces ha utilizado el vicepresidente es que en el PP hubo una auténtica conspiración contra él.

“Un mes antes de la intervención de Bankia, había cumplido con todos los requisitos de saneamiento que le había planteado el Banco de España. Después, el Gobierno, por una decisión política sin el Banco de España, que probablemente fue ilegal, decidió la intervención”, ha acusado. Para no dejarse nada en el tintero, el expresidente de Bankia ha asegurado que, “por primera vez en la historia reciente de España, la cantidad de dinero que se puso en Bankia no la decidió el Estado sino los administradores nuevos de Bankia”. "Eso no es lo habitual y yo volvería a decir que no es ni legal", ha comentado endureciendo el tono.

Asimismo, Rato ha utilizado este foro para señalar que, en su opinión, en España "no se va a recuperar" lo que costó la crisis bancaria, ya que los bancos que se liquidaron “no van a dar ese dinero” y las cajas “no se vendieron a precio de mercado”. Finalmente, aunque se ha mostrado optimista sobre la situación económica mundial, ha indicado que la española le genera más dudas y, al comentar el sector público, ha encomendado a los asistentes a rezar. "Yo no creo que rezar sea contrario a llevar las cuentas bien. Siempre hay que ponerse en manos de fuerzas superiores para que a uno le aclaren la mente", ha sentenciado, velando sus palabras bien de fe o bien de la desesperación en la que entrevé que se ha visto sumido a lo largo de su vida, según se han ido conociendo determinados hechos.

En su esfuerzo por cambiar el traje de verdugo, Rato parece olvidar que, según la sentencia de la Audiencia Nacional, gracias a la opacidad de las tarjetas, el expresidente “se lucró indebidamente y permitió el lucro de los demás” y que los implicados actuaron “como si fueran dueños del dinero, en cuya cuantía se perjudicó al patrimonio de la entidad”.