Con Europa una vez más retrasando la normalización de los tipos de interés, la ’japonificación’ se ha convertido en un término utilizado cada vez mas en el mundo financiero, un término que engloba una serie de problemas económicos que afectan a ambas regiones. Los paralelismos son obvios: tipos de interés en niveles mínimos, rendimientos negativos de los bonos, crecimiento económico lento y envejecimiento de la población.

Lo que en un principio se vio como la resaca de la crisis financiera mundial ahora se ve como una tendencia secular similar a la que hundió a Japón durante mas de dos décadas y que aún continúa.

Para los inversores en bolsa es una perspectiva desalentadora: desde 1990, los bancos en Japón han liderado una pérdida del 6% en el índice de referencia de Tokio mientras que el índice S&P 500 se disparó casi 800% y los europeos más del 300%.

El mercado bursátil de Japón se ha quedado rezagado a medida que se enfriaba su crecimiento económico.

Si Japón es el camino hacia el que se dirige Europa, los inversores bursátiles deben tener en mente que tienen que alejarse de las acciones de entidades financieras y adaptarse a un futuro de expectativas bajas.

Por supuesto, muchos de los problemas de Europa no son nada nuevo. Los bancos llevan tiempo comportándose peor que los sectores más resistentes, como los bienes de consumo y la atención de la salud. Pero si Japón es una guía, estas divergencias podrían llegar a ser aún más extremas ya que los inversores acentuarían esta tendencia en su búsqueda de beneficios en medio del estancamiento económico.

El crecimiento más lento ha hecho a ciertos sectores mucho más atractivos que otros durante la última década, los sectores de consumo, industrial y tecnológico han liderado las ganancias en Europa, mientras que los bancos se han mantenido a la cola en el ranking de revalorizaciones. Eso es particularmente problemático para Europa ya que el sector financiero es el mayor peso del índice Stoxx Europe 600 y representa una quinta parte del índice de referencia.

La ‘japonificación’ envía un mensaje claro a los inversores bursátiles y este es de no comprar acciones de bancos ya que su comportamiento depende en gran medida de una estructura de tipos de interés más elevados y de la demanda de préstamos. Las entidades financieras europeas han tenido una evolución negativa del 29% en términos reales en los últimos 15 años, un comportamiento muy similar a los llamados bancos zombis de Japón después de su crisis en la década de 1990

A diferencia de los EE.UU las valoraciones de los bancos en Japón y Europa se han mantenido bajas. Los mercados europeos han comenzado a converger con los de Japón y divergen de manera clara de los de Estados Unidos.

 Mientras tanto la diferencia entre las rentabilidades por dividendos y los rendimientos de los bonos se ha ampliado en la zona euro y Japón. En los EE. UU. donde la política monetaria comenzó a ajustarse en 2015, se movió de manera mas similar. El amplio diferencial podría reflejar tendencias económicas más preocupantes.

En Europa y Japón, las acciones están ofreciendo rendimientos de dividendo mucho más altos que los bonos.

Aunque la comparación entre ambas zonas no ha de llevarse al extremo de la identificación, Europa está formada por varios países, cada uno con su propia dinámica económica. Su déficit fiscal no es tan enorme como el de Japón y es una zona mas abierto a la inmigración lo que mitigaría el efecto envejecimiento.

A tener en cuenta también que la economía europea está mucho más expuesta al crecimiento global, una apertura que la vincula de manera mas directa a la economía mundial, hecho que en momentos del ciclo puede significar un lastre, pero en el largo plazo sería positivo

Pero en el futuro próximo el efecto del proceso que sufrimos en Europa y que se asemeja en gran medida al de Japón obliga al inversor de bolsa a ser selectivo saliendo del sector financiero y centrándose en valores muy concretos de los sectores de tecnología, productos químicos y consumo de Europa,

Todo indica que el crecimiento económico se va a mantener en niveles bajos durante bastante tiempo, aunque el consenso es que no se llegará a la recesión.

Las historias a corto y largo plazo son muy diferentes. Si bien un auge cíclico global en el medio o largo plazo impulsaría las acciones europeas, los desafíos económicos actuales de la región son estructurales, y la desaceleración del comercio mundial es otra carga que pesa de manera enorme.

En definitiva, el futuro próximo de las bolsas europeas no se presenta brillante. El comportamiento de los principales índices cargados de valores financieros seguirá siendo de perfil bajo.